Bhagavad-gītā 2.58
Al escuchar la recomendación del Bhagavad-gītā de retirar nuestros sentidos de los objetos de los sentidos (2.58), algunas personas objetan: "¿No es una cobardía evitar tales tentaciones?".
No, esa evitación no es cobardía; es sentido común. Veamos cómo.
Supongamos que acabamos de recibir nuestro salario que necesitamos para diversos gastos esenciales. ¿Sería recomendable que nos fuéramos con ese dinero a un casino? Ciertamente no, especialmente si ya tenemos una propensión enfermiza a apostar de manera extravagante. Supongamos que alguien nos provoca diciendo: “¿Por qué eres tan cobarde? Simplemente apuesta”. Si nos dejamos aguijonear, allanaremos el camino hacia la estupidez y la autodestrucción. Cuando nos negamos a correr el riesgo de perder nuestro dinero, no somos pusilánimes; estamos siendo sensatos.
Nuestra atención (es decir, nuestra capacidad de concentrarnos) es un recurso valioso, similar al dinero. Vivimos en lo que frecuentemente se llama la economía de la atención. De hecho, nuestra atención es nuestro recurso más fundamental; debemos estar atentos si queremos utilizar adecuadamente todos nuestros demás recursos, incluido incluso nuestro dinero. Y nuestra atención se desvía y se disipa de manera más peligrosa con los objetos tentadores de los sentidos. Cuando tales objetos captan nuestra atención, el anhelo y la esclavitud resultantes pueden impulsarnos a perder nuestro tiempo, nuestra energía, nuestro dinero, nuestro todo. Es por eso que proteger nuestra capacidad de concentrarnos ante este riesgo catastrófico es de sentido común básico.
¿Cuándo podríamos confundir ese sentido común con cobardía? Cuando queremos exhibir egoístamente que no nos distraemos con objetos tentadores. Pero tal motivación egoísta para el autocontrol es, en el mejor de los casos, superficial y, en el peor, suicida. ¿Cuál es una motivación más saludable para el autocontrol? Querer utilizar nuestra atención y todos nuestros recursos para realizar cambios positivos en nuestro corazón, nuestra vida y nuestro mundo. Una vez que estemos inspirados por ese propósito superior, ya no equipararemos erróneamente la evitación con la cobardía.
Conclusión:
Evitar los objetos tentadores de los sentidos no es cobardía; es el sentido común el que protege nuestro recurso más fundamental: nuestra atención.
Piénsalo:
· ¿Cómo es que nuestra atención es tan valiosa que es comparable con el dinero?
· ¿Por qué tiene sentido querer proteger nuestra atención?
· ¿Cuándo podríamos confundir ese sentido común con cobardía?
Aquel que es capaz de apartar los sentidos de los objetos de los sentidos, tal como la tortuga guarda las extremidades dentro del caparazón, tiene firmemente en su posesión el conocimiento perfecto. – Bhagavad-gītā 2.58
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