Bhagavad-gītā 3.35
La sociedad actual a menudo exalta una definición particular de éxito. Así, por ejemplo, se considera exitoso a los estudiantes que emprenden determinadas carreras como ingeniería o medicina. Debido a tal glamorización, la mayoría de los estudiantes comienzan a aspirar a esas carreras, incluso si sus talentos están en otra parte. Esto los hace sentir miserables porque están atrapados haciendo cosas en las que no son buenos y privados de hacer cosas en las que son buenos.
Esta imitación innecesaria también puede ocurrir en diversas formas de división nacional, en las que la gente de un país intenta parecerse a la gente de otro país porque esperan obtener más influencia en el orden geopolítico predominante.
Todos somos diferentes; aunque esto pueda parecer un cliché, no por ello es falso. Y esas diferencias irreductibles que todos tenemos nos hacen capaces de contribuir de maneras distintas, que son esenciales para el funcionamiento equilibrado y el progreso de la sociedad.
Desafortunadamente, cuando intentamos convertirnos en imitadores de determinadas personas que la sociedad considera exitosas, terminamos perdiendo, o peor aún, abandonando el mismo carácter distintivo que nos hace esenciales.
El Bhagavad-gītā (3.35) advierte contra esa imitación cuando insta a las personas a apegarse a roles sociales que armonicen con su naturaleza. El orden social tradicional de varṇāśrama permitió que las personas se capacitaran y se involucraran de acuerdo con su naturaleza. Si bien ese orden social particular puede o no ser replicable en la situación socioeconómica drásticamente alterada de hoy, el principio subyacente es muy relevante e incluso esencial en el mundo actual que a menudo reduce a las personas a factores intrascendentes, intercambiables e insignificantes en una gigantesca maquinaria comercial. En lugar de abandonar nuestra individualidad sagrada (una individualidad que surge de nuestra naturaleza espiritual como almas individuales), podemos, cultivando la sabiduría espiritual, descubrir y desarrollar esa individualidad, maximizando así tanto la satisfacción individual como la contribución social.
Es muchísimo mejor desempeñar los deberes de uno, aunque tengan sus imperfecciones, que desempeñar los deberes de otro a la perfección. Es preferible encontrar la destrucción mientras uno ejecuta su propio deber, que el dedicarse a los deberes ajenos, ya que es peligroso seguir el sendero de otro. - Bhagavad-gītā 3.35
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