Ver al adicto no como demente o degradado sino como atormentado


Bhagavad-gītā 3.36

Actitud sin prejuicios
Supongamos que alguien se vuelve adicto a la bebida. A pesar de que se les insta a dejar de beber y a pesar de incluso prometer que lo harán, siguen bebiendo. Podemos considerar a esos borrachos como dementes o degradados.
Dementes: Podemos pensar: “Por el placer momentáneo de una bebida, ¿quién se arriesgará a perder su reputación, sus relaciones, su riqueza, su salud e incluso su vida misma? Sólo alguien loco”.
Degradados: Podemos pensar: “Por un placer tan fugaz, ¿quién pisoteará sus valores sagrados y herirá gravemente a quienes los aman? Sólo alguien degradado”.
Sin embargo, estas evaluaciones de los adictos suelen ser inútiles. ¿Por qué? Porque cuando ponemos esas etiquetas a las personas, empezamos a mirarlas con desprecio. Y nuestra actitud condescendiente los hace poco receptivos a cualquier ayuda que podamos ofrecerles para superar su adicción.
Además, estas evaluaciones son inexactas. ¿Por qué? Porque a pesar de su comportamiento demente o degradado, su realidad interior es que están atormentados por deseos que los incitan a la indulgencia.
Si alguien comenzara a incitarnos externamente, intentaríamos alejarlo o huir de él. Pero no podemos hacer ninguna de las dos cosas cuando nos sentimos incitados internamente. Sólo podemos soportar el dolor con impotencia hasta que se vuelve insoportable. Finalmente, desesperados por algún alivio, por breve que sea, sucumbimos.
Al expresar esta situación humana universal, el Bhagavad-gītā(03.36) plantea la pregunta: ¿qué nos impulsa a actuar mal, como por la fuerza, en contra de nuestra voluntad? Ese torturador interior es la fuerza autodestructiva de la lujuria (3.37).
¿Cómo podemos protegernos de este torturador interior? A través del conocimiento y la práctica espirituales, que actúan como nuestra armadura interior y nuestro ascensor interior. Inicialmente, nos protegen de los aguijones de la lujuria y, finalmente, nos elevan más allá del alcance de la lujuria.
Cuando aprendemos a ver a los adictos como atormentados –no como dementes o degradados– podemos equiparlos empáticamente con recursos espirituales para liberarse.
Piénsalo:
· ¿Por qué es inútil ver al adicto como demente o degradado?
· ¿Por qué el adicto recae, a pesar de saber que no debería hacerlo?
· ¿Cómo nos equipa el Gītā contra nuestro torturador interior?
Arjuna dijo: ¡Oh, descendiente de Vṛṣṇi!, ¿qué es lo que lo impele a uno a los actos pecaminosos, aun involuntariamente, como si se lo obligara a la fuerza? - Bhagavad-gītā 3.36

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