Supongamos que vamos en coche hacia un destino y llegamos a una bifurcación. Si no estamos seguros de qué camino tomar, avanzaremos lentamente o no avanzaremos en absoluto. Pero incluso si estamos seguros, esa convicción por sí sola no nos llevará hacia adelante: tenemos que seguir adelante.
Una dinámica similar se aplica a nuestra práctica espiritual. El crecimiento espiritual es esencialmente un viaje del corazón desde los objetos mundanos hasta Kṛṣṇa. Un viaje de este tipo requiere convicción filosófica. Cuando tenemos que elegir entre algún objeto mundano y Kṛṣṇa, podemos sentirnos indecisos. El Bhagavad-gītā es como un mapa, una guía hacia la felicidad. Al estudiarlo, comprendemos que Kṛṣṇa es la fuente de todo (10.8); por lo tanto, Él es la fuente del atractivo de todos los objetos mundanos, incluido el que nos atrae actualmente (10.41). Por lo tanto, al volvernos devotos de Él, no perderemos el placer que proviene de ese objeto; accederemos a la fuente de ese placer y disfrutaremos de la alegría en su plenitud.
Cuando comprendemos así el atractivo absoluto de Kṛṣṇa, nos sentimos convencidos de elegirlo. Pero esa convicción por sí sola no nos lleva hacia Él, sino que nos ayuda a redirigir nuestro corazón hacia Él y a cultivar la atracción por Él. Al practicar bhakti-yoga e invertir en Kṛṣṇa cualquier emoción devocional que tengamos, gradualmente sentimos Su reciprocidad en forma de satisfacción y purificación. Esto nos inspira a invertir aún más nuestra emoción en Él, saboreando así Su mayor reciprocidad.
La consiguiente reorientación del corazón culmina en la perfección última de la vida: el éxtasis del amor sin fin. El progreso hacia esta perfección se ve facilitado por la elección de la cabeza, pero se ejecuta por la llamada del corazón, la llamada que une el corazón humano con el corazón divino en un vínculo de amor eterno.
Yo soy la fuente de todos los mundos materiales y espirituales. Todo emana de Mí. Los sabios que saben esto perfectamente, se dedican a Mi servicio devocional y Me adoran con todo su corazón. – Bhagavad-gītā 10.8
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