Bhagavad-gītā 15.11
Nuestros ojos son una de nuestras fuentes de percepción más utilizadas y confiables. Para comprender las cosas y tomar decisiones, queremos verlas y, en consecuencia, moldear nuestras acciones.
Sin embargo, estos mismos ojos en los que tanto confiamos pueden engañarnos, como se resume en dichos como «no todo lo que reluce es oro» o en metáforas de animales que se matan persiguiendo espejismos. Lo que estas fuentes de sabiduría transmiten no es que rechacemos nuestra percepción visual, sino que la complementemos, es decir, la arraiguemos en nuestra inteligencia. Es nuestra inteligencia la que nos permite ver correctamente, en el sentido de que nos ayuda a alcanzar la comprensión correcta a partir de nuestras percepciones.
Este principio de usar nuestra inteligencia para afinar nuestra visión se aplica aún más al ámbito espiritual, donde no podemos ver nada: ni nuestra propia esencia espiritual, el alma; ni la esencia espiritual inmanente de todo, Dios. E incluso nuestra inteligencia por sí sola no puede avanzar mucho en la comprensión de estas realidades espirituales. Para comprenderlas, necesitamos no solo arraigar nuestra visión en nuestra inteligencia, sino también en las Escrituras.
Cuando estudiamos las Escrituras con diligencia e interiorizamos la cosmovisión que allí se enseña, inferimos sin vacilación, de las realidades materiales visibles a las realidades espirituales subyacentes. El Bhagavad-gītā (15.11) afirma que quienes están engañados no pueden percibir el alma, ni su naturaleza trascendente ni su encierro en la existencia material. Pero el mismo verso concluye que quienes poseen los ojos del conocimiento pueden ver el alma.
Para ayudarnos a percibir así, las Escrituras nos ofrecen no solo comprensión intelectual a través de su filosofía, sino también realización espiritual mediante su descripción del proceso del yoga. La práctica diligente del yoga activa nuestra percepción espiritual latente, permitiéndonos percibir y deleitarnos en el espíritu, afinando así nuestra visión.
Los trascendentalistas que se esfuerzan y que están situados en el plano de la autorrealización pueden ver todo esto claramente. Pero aquellos cuya mente no se ha desarrollado y que no están situados en el plano de la autorrealización, no pueden ver lo que está ocurriendo, aunque lo intenten. – Bhagavad-gītā 15.11
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