Bhagavad-gītā 16.15
Tener sentimientos de omnipotencia es perjudicial. Creer en ellos es aún peor. Rodearnos de personas que creen en nuestros sentimientos de omnipotencia es lo peor.
La historia del mundo está llena de capítulos sangrientos provocados por personas que creían ser Dios. Puede que no lo hayan declarado públicamente, pero sin duda estaban impulsadas por sentimientos de omnipotencia.
En el curso normal de la vida, todos enfrentamos situaciones que están fuera de nuestro control. Una persona con inteligencia y buen juicio no creerá por mucho tiempo que es omnipotente. Sin embargo, cuando alguien adquiere habilidades o recursos extraordinarios, puede experimentar temporalmente sensaciones de omnipotencia. Aunque no son deseables, estos sentimientos suelen ser pasajeros. Vienen y van. Pero si una persona los alimenta por demasiado tiempo, se vuelve problemático.
El peligro aumenta cuando deja de solo entretener esos sentimientos y empieza a creer verdaderamente en ellos, al grado de considerar sus delirios como realidad. Esta ilusión de divinidad es peligrosa porque ese individuo comienza a actuar sin tener en cuenta límites morales o lógicos, creyéndose por encima de todas las normas.
Lo peor ocurre cuando estas personas se rodean de otras que también creen en sus delirios de omnipotencia. En ese punto, ya no hay nadie que los proteja de sí mismos, ni que proteja al mundo de ellos. Esta es la etapa de depravación demoníaca descrita en el Bhagavad-gītā (16.14–15), donde las personas no solo conspiran para destruir a sus oponentes, sino que además ven su corrupción y astucia como signos de inteligencia. Este tipo de individuos pueden causar una destrucción inmensa en el mundo, y es necesario detenerlos lo antes posible, por los medios que sean necesarios.
La tradición de la India más amplia incluye relatos de reyes demoníacos como Hiraṇyakaśipu, quienes intentaron alterar el orden universal y colocarse por encima de todo. Detenerlos fue tan vital que el mismo Ser Divino tuvo que intervenir y descender para hacerlo.
La mayoría de nosotros nunca estaremos en la posición de esos demonios tan peligrosos, pero las semillas de la grandiosidad —que pueden florecer en sentimientos de omnipotencia— existen en todos nosotros. Las enseñanzas del Bhagavad-gītā nos recuerdan que no somos Dios, sino partes de Dios, destinadas a servirlo. Este entendimiento puede arrancar de raíz los sentimientos de grandiosidad, protegiéndonos así de nuestras propias ilusiones destructivas y protegiendo a los demás de las acciones que podrían derivarse de esas ilusiones.
Resumen:
La mayoría de las personas razonables no caen en ilusiones de omnipotencia, ya que la vida misma les enseña sus limitaciones.
Pero aquellos con poder o recursos extraordinarios pueden llegar a alimentar y hasta creer en esos sentimientos, especialmente si se rodean de personas que refuerzan esas creencias.
Este escenario puede causar caos y destrucción a gran escala.
Comprender las enseñanzas del Bhagavad-gītā, que nos recuerda que somos partes de Dios y no Dios mismo, ayuda a detener esas ilusiones antes de que se desarrollen por completo.
Reflexiona:
· ¿Por qué una persona con pensamiento racional no cae en sentimientos de omnipotencia?
· ¿Qué condiciones personales y sociales pueden hacer que alguien con sentimientos de omnipotencia se convierta en un destructor del mundo?
· ¿Qué podemos aprender de los ejemplos de quienes creyeron en sus propios sentimientos de omnipotencia?
La persona demoníaca piensa: “Yo soy el hombre más rico que existe, y estoy rodeado de parientes aristócratas. No hay nadie que sea tan poderoso y feliz como yo. Voy a celebrar algunos sacrificios, dar algo de caridad, y así me regocijaré”. De esa manera, a esa clase de personas las engaña la ignorancia. - Bhagavad-gītā 16.15

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