Había muchos inconvenientes a los que Prabhupāda debía hacer frente debido
a su edad avanzada y a las enfermedades, pero nunca fue afectado en su pura
conciencia de Kṛṣṇa. Incluso externamente, con frecuencia rehusaba a ceder a
los dictados de sus males, diagnosticados como diabetes, mala digestión y
muchos otros. Él o sus seguidores hacían venir doctores, pero él rara vez
tomaba sus recetas o seguía sus regímenes alimenticios. No era lo que se puede
llamar un buen paciente.
Cuando se encontraba en Nueva York un médico alópata de la India lo visitó y le dejó sobre
el escritorio medicinas y antibióticos; Prabhupāda fue cortés y agradable. Pero
su sirviente Hari-śauri estaba dudoso.
—¿De verdad va a tomar esas medicinas? —le preguntó.
Prabhupāda dio unas palmaditas sobre las pastillas y dijo, sin
comprometerse: —Ya veremos—. Pero nunca las tomó. Los devotos empezaron a
pensar que Śrīla Prabhupāda consultaba a los médicos sólo para comprometerlos
en servicio devocional.
Se rebelaba contra las severidades en su dieta, aun cuando estaba
bastante enfermo. En la India ,
un kavirāja (médico ayurvédico)
instruyó que Prabhupāda no podía comer arroz, papas, azúcar y ciertas frutas.
Cuando Prabhupāda llamó a su cocinera en Vṛndāvana, Daivīśakti-devī dāsī, y le
pidió que hiciese punjāb bolī, (un sabjī picante de papas) ella le recordó
respetuosamente: —Pero Prabhupāda, usted no puede comer papas—. Prabhupāda lo
soportó por varios días y luego echó abajo la orden. Exigió su antigua comida
de arroz, dāl, capātīs y sabjī. En esa ocasión otro de sus bien
intencionados sirvientes, Upendra, intervino: —Prabhupāda, el doctor prescribió
que no comiera todas estas cosas. Se va a enfermar.
Prabhupāda contestó: —No somos doctor-dāsa sino kṛṣṇa-dāsa—.
Así que a partir de entonces reanudó su dieta normal.
En Māyāpura, su cocinera Pālikā-devī dāsī intentó una disciplina aun más
estricta, basada en las instrucciones de un famoso kavirāja de Calcuta. En este caso, Prabhupāda debía seguir un
horario complicado por el cual tomaría pastillas, comería y bebería sólo a
ciertas horas. Eso fue en el año 1977, cuando Prabhupāda estaba tan enfermo que
rara vez bajaba al templo para dar clases, ni para una caminata matutina. Una
tarde, Änakadundubhi dāsa —desconociendo el ajustado horario de Prabhupāda
para comer y beber— le trajo, como de costumbre, un dob (agua de coco) para beber. A pesar de que Prabhupāda sabía muy
bien que no debía tomar nada a esa hora, aceptó el dob calmadamente y lo vació en su taza. Pero justo cuando empezaba
a beberlo, Pālikā llegó y lo amonestó: —Śrīla Prabhupāda, usted no debía tomar
nada...
Prabhupāda se volvió desafiante: —¿Quién lo dijo?—, e inmediatamente se
tomó toda la taza de jugo, aunque normalmente su costumbre era sorberlo
lentamente. Y exclamó: —¡Toda
mi vida he hecho lo que he querido!
Entrevistas con Daivīśakti-devī dāsī,
Rādhāvallabha dāsa y Änakadundubhi dāsa
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