15. Personal: Su espíritu de prédica

Personal

Su Espíritu de Prédica
Al atardecer quería ver invitados. No­sotros sugerimos que no viera gente que le hiciera perder su tiempo, y estuvo de acuerdo. Pero entonces se enojaba con noso­tros porque impedíamos que la gente lo viera, porque él vivía para predicar. Sentía que su de­ber era predicar. Prabhupāda era autosatisfe­cho, no una persona inquieta o aburrida. Más bien si el lugar estaba demasiado calmado, sin ninguna prédica, él prefería ir adonde hubiera algo de acción. Esto era también una ma­nifestación de su deseo por realizar tanto co­mo fuera posible. Prabhupāda ya estaba rea­lizado en términos de autorrealización y de amor por Kṛṣṇa; por lo tanto, sus viajes eran sólo para el beneficio de los demás.
Sentía que debía viajar, y siempre se es­taba moviendo. Cuando llegaba a un lugar, de inmediato estaba listo para ver a la gente de la localidad. El sitio se llenaba, y él predi­caba durante horas. Este rasgo del compor­tamiento de Prabhupāda era muy asombro­so. Día y noche la gente entraba a su habita­ción, a veces unos cuantos, otras veces mu­chos. Prabhupāda les hablaba siempre acerca de Kṛṣṇa. Hablaba sobre la base del Bhagavad-gītā, escogiendo algunos versos para citarlos, contestando preguntas, predicando tanto como en sus clases. Las charlas informales eran menos usuales. Muchas de sus charlas en los últimos años fueron grabadas. Él pre­dicaba, predicaba y predicaba. Durante horas sin interrupción, seguía predicando la filoso­fía básica, manteniendo el sitio lleno de gen­te, luego tomando un poco de prasāda y distribuyéndolo.
Cuando viajaba a ciertos lugares como Europa, donde podía hablar con mucha gen­te y llevarlos hacia el servicio devocional, se encon­traba especialmente animado para predicar. Predicar significaba estimular a los discípulos del templo que visitaba, y significaba también escribir sus libros. También significaba su espíritu de mantener y expandir ISKCON en todas sus actividades. No podemos describir las glorias completas de su espíritu de prédica. Su entusiasmo era ili­mitado y todavía hoy está alimen­tando a todos los predicadores de ISKCON.

Incluso cuando se sentía muy enfermo, o cuando la gente a la que estaba hablan­do era de clase baja o carecía de interés, o cuan­do su cuerpo estaba muy gastado, o aunque tuviera que interrumpir su horario para predicar, cuando dentro de su ISKCON había dificultades para continuar, aun así su prédica conti­nuaba. Sentado en su escritorio bajo, hablan­do, a veces sus ojos agrandándose, otras veces sus manos gesticulando, tomando agua, cantando japa casi en silencio cuando no hablaba, o poniendo toda su atención en algún invi­tado especial para desarrollar con él un argumento completo, Prabhupāda estaba ab­sorto en sus puntos de prédica, a pesar de que había insistido en esos puntos millones de veces. Él no era sólo un erudito, sino un devoto puro que trataba de convencer a todo el mundo de que debían cambiar, el mundo entero tenía que cambiar, o sufrirían las conse­cuencias.
Satsvarūpa dāsa Goswami


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