24. Personal: Su silencio

Personal

Su Silencio
Prabhupāda podía dar toda una caminata matutina en si­lencio, y de repente romperlo. Aun más sorprendente era su silenciosa respuesta a algo que tú hubieras dicho. Un discípulo podía hacer una pregunta y recibir un largo silen­cio. En Cleveland, una mujer con una mente un tanto extraña entró en la habita­ción de Prabhupāda junto con algunos de sus familiares y se sentó en presencia de él du­rante un largo tiempo mientras nadie habla­ba. Más tarde ella comentó que todos pensaban que Prabhupāda estaba haciendo algo místico, y que supuestamente no tenían que decir nada. Pero él simplemente estaba correspondiendo sentán­dose ahí en silencio, a pesar de que pasó un tiempo considerable.
Con sus sirvientes podía viajar grandes distancias sin hablar. Una vez en un largo vuelo de Alemania a Australia estuvo en silencio y dijo sólo unas pocas cosas. (Cuando el avión aterrizó en Australia, Prabhupāda dijo que aquí Australia estaba verde y Alemania también estaba verde, así que ¿cómo pueden decir que no hay vida en la Luna y otros planetas?).
Algunos de sus comentarios estaban ro­deados por largos silencios. A veces nos reprendía o nos cuestionaba con sus silencios, los cuales se volvían tan intensos que no po­díamos soportarlos. Y uno no podía pene­trar su silencio. En El Néctar de la Devoción se define la cualidad de la gravedad: «Una persona que no expresa su mente a todos o cuya actividad mental y plan de ac­ción son muy difíciles de entender, es llama­da grave».
A Prabhupāda le gustaba la calma en su habitación. No toleraba los ruidos. Despertaba a sus sir­vientes para que alejaran a los perros cuando estaban aullando afuera, especialmente cuan­do estaba tratando de traducir muy tempra­no en la madrugada. O mandaba a sus sirvien­tes afuera para que rastrearan cualquier rui­do extraño en el edificio o en los alrededores. Durante sus conferencias y sus clases de­tectaba el más mínimo ruido y pedía que fuese parado. Decía que los portazos le rompían el corazón. También las sirenas (en Nueva York), los camiones de la basura, los perros, y el golpeteo de la construcción de edi­ficios (en la India). Pero podía tolerarlo todo. Sin embargo para Prabhupāda, verdadero silencio era el hecho de que nunca decía ningún desa­tino. Podía hablar acerca de Kṛṣṇa sin parar. A veces un invitado necio decía alguna ton­tería mundana y Prabhupāda muy tolerante se quedaba en silencio. Pero era antinatural ver a Prabhupāda silencioso en presencia de otra persona, porque era él el que debía estar hablando. Prabhupāda tenía conocimiento absoluto, y todos los demás se quedaban en silencio para dejarlo hablar, si en ese momento Prabhupāda hubiera deseado hablar. Respetaba los deseos de Kṛṣṇa y también nuestros deseos de que lo hiciera. Hablaba por deber, por amor, por su espíritu de prédica.
Satsvarūpa dāsa Goswami


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