Cuando Śrīla Prabhupāda estaba a punto de dejar Los Ángeles para hacer
un viaje por el mundo en 1976, llamó a algunos de los devotos a su habitación.
—Abre mi almirā —le dijo a Rāmeśvara
Swami, quien abrió el armario de metal que contenía la ropa de Śrīla Prabhupāda.
—¿Ves esas kurtās? —dijo
Prabhupāda—. Saca una.
Rāmeśvara Swami sacó una de un color naranja brillante.
—¿Te gusta esa?—preguntó Prabhupāda.
—Sí.
—Está bien. Esa es para ti.
Rāmeśvara estaba colmado por recibir el tesoro de un remanente de la
ropa de Prabhupāda. Otros devotos también recibieron ropa y regalos de mano de
Prabhupāda. Entonces ya era casi la hora de que él partiera para el aeropuerto.
Con un elegante talento artístico, Prabhupāda se sentó en su escritorio y
aplicó el tilaka vaiṣṇava en su
frente. Rāmeśvara Swami pensó para sí que todo acerca de Prabhupāda, la forma
en que se sentaba o que caminaba, la manera en que se vestía, y la manera en
que se ponía su tilaka, era
completamente majestuoso y opulento. Cuando Prabhupāda se levantó para salir
de su habitación, Rāmeśvara expresó su apreciación.
—Prabhupāda, para nosotros usted es como un rey.
—Yo soy mucho más que un rey —dijo Śrīla Prabhupāda, y subió las escaleras.
Ahí lo esperaban cien devotos que lo acompañaron al aeropuerto en el momento
en que iniciaba otra vuelta al mundo.
Entrevista con Rāmeśvara Swami
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