Unos cuantos meses antes de la primera visita de Śrīla Prabhupāda al
templo de Dallas, un fuerte huracán sacudió el área, derribando árboles. Un
alto y valioso árbol que daba sombra en el patio del templo también cayó y se
quedó apoyado contra el salón de prasāda para
los niños. El árbol aún tenía sus raíces en la tierra, pero su opresivo tronco,
con sus ramas colgantes, se extendía ahora en un ángulo agudo por el medio de
la vereda, dejando apenas suficiente espacio para pasar por debajo. Satsvarūpa,
el presidente del templo, no actuó inmediatamente, pero varios devotos se le
acercaron y le dijeron que el árbol debía ser quitado de inmediato o podría
provocar que el edificio en el cual estaba apoyado se derrumbara. Satsvarūpa
estuvo de acuerdo, y uno de los devotos se subió al gran árbol con una
motosierra y desmanteló las ramas superiores y el tronco, hasta que no quedó
nada más que los tres metros más bajos del tronco inclinado.
Y así se encontraba el árbol cuando llegó Śrīla Prabhupāda en
septiembre de 1972. Tan pronto como entró en el patio, acompañado por los
líderes del templo y guiado por todo el grupo de niños y profesores del gurukula, Prabhupāda vio los restos del
gran árbol y su rostro expresó perturbación. Se salió de la vereda de cemento
y caminó por encima del árbol, y así hicieron todos los demás detrás de él.
—¡¿Quién ha hecho esto?! —reclamó. Satsvarūpa admitió su
responsabilidad y explicó la razón por la cual el árbol había sido destruido.
Prabhupāda movió la cabeza con enojo.
—Esa no era una razón para matarlo —dijo. Satsvarūpa trató de explicar
las peligrosas condiciones y apuntó hacia la abolladura en el techo del
edificio. También dijo que el árbol caído de todos modos hubiese muerto pronto.
—No, no está muerto —desafió Prabhupāda—. Mira. Le está creciendo
una ramita verde.
Prabhupāda se alejó disgustado, y los devotos se quedaron impresionados
ante algo que ahora veían claramente como un acto brutal e innecesario. En su
habitación, Prabhupāda continuó criticando la matanza del árbol. Dijo que esa
era la típica actitud americana —cuando algo está mal, de inmediato córtalo y
destrúyelo, sin comprensión o compasión por la presencia del alma.
Más tarde, sintiendo arrepentimiento, Satsvarūpa preguntó si había
cometido una ofensa.
—No, ofensa no —dijo Śrīla Prabhupāda—. Tú eres ignorante.
Satsvarūpa dāsa Goswami
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