A veces Śrīla Prabhupāda usaba el sombrero «swami» de una manera cómica,
con las alas sobresaliendo a cada lado de la cabeza. A veces se recostaba con
el cuerpo tendido atravesado en su asiento, los pies y las piernas suspendidos
por encima de los cojines laterales, completamente relajado. A veces dormitaba
trascendentalmente sentado en su habitación. Naturalmente, no se comportaba
de manera tan informal cuando habían invitados.
Su caminar con el bastón era aristocrático, como lo era la inclinación
de su cabeza. Todo el mundo lo recibía como un caballero refinado. Usualmente
era visto en público con un gran séquito. A menudo cuando estaba solo o por lo
menos en grupos más pequeños, las casuales y gráciles poses de su cuerpo, al
sentarse o al caminar, sus movimientos al sostener un vaso de agua, con el
meñique extendido (un mudrā que
significa perfección), el puño de seda de su manga asomándose por debajo de su
suéter, y luego las palmas de sus manos delicadas y de líneas suaves expuestas
mientras hablaba —todo esto encantaba y apaciguaba el corazón.
A veces Prabhupāda estaba predicando largamente y luego de repente se
levantaba y salía de la habitación, mientras todos esperaban su regreso. Al
salir y al entrar de vuelta todo el mundo le daba reverencias. Estos pequeños y
placenteros aspectos de su presencia eran un segundo plano del serio asunto que
era vivir con Śrīla Prabhupāda. Prabhupāda era severo y grave, siempre hablando
de planes inmediatos y de difíciles renuncias que les pedía a sus discípulos.
Y con todo, la constante alegría de estar con Prabhupāda estaba siempre ahí.
Ambas estaban ahí —la alegría de estar cerca de su persona, y la dificultad
para seguir sus órdenes. Y en su presencia, la protección de Kṛṣṇa estaba
siempre ahí.
Satsvarūpa dāsa Goswami
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