Imágenes personales
Prabhupāda y
su foto
Le gustaba su propia foto en la contraportada del primer álbum Hare Kṛṣṇa,
Happening. En esta foto, su cabello
parece haberse puesto de punta, y su mirada es grave, penetrante, mística. De
esta foto, él dijo: —Un swami debe
tener una apariencia filosófica.
Un discípulo llamado Dhaneśa le dijo a Prabhupāda que quería una foto
suya tocando mṛdaṅga para un segundo
disco que se titularía Vande ‘ham.
Prabhupāda dijo: —Yo no soy un músico profesional para tener que posar con una mṛdaṅga—. En lugar de esto sugirió
imágenes más formales, como las de su propio Guru Mahārāja.
El guru está en su retrato. En
una carta escribió:
No hay diferencia entre mi
fotografía y yo. Con este sentimiento debemos venerar y cuidar las fotografías.
Es ofensivo dejar fotografías por ahí tiradas de cualquier manera. El nombre y
la imagen tienen la misma calidad que la imagen en el mundo espiritual. En
cambio en el mundo material, ya sea que se trate de imagen o persona, todo es
ilusión.
Carta a Jadurāṇī-devī dāsī (4 septiembre 1972)
Su sentido
de la dignidad personal
En cierta ocasión explicó la importancia del filósofo en la sociedad
humana con una historia. —En Inglaterra un filósofo fue invitado una vez a
tener un encuentro con un famoso actor de teatro. El filósofo contestó: «¡No
puedo reunirme con un perro bailarín!». Prabhupāda tenía una visión de sí mismo
muy humilde, como un sirviente del sirviente, transmitiendo el mensaje de la
conciencia de Kṛṣṇa. Pero como el regalo de la conciencia de Kṛṣṇa era muy
importante, él también era muy importante, y él recibió de su maestro
espiritual el poder de transmitirlo. A nosotros nos enseñó lo mismo: la
importancia de los devotos que se dedican a servir al Señor.
Su baile
Pueden ver sus movimientos en filmaciones. No esperen ver grandes saltos
atléticos arriba y abajo. Acostumbraba a empezar el movimiento con la cintura y
los hombros, moviéndolos arriba y abajo al ritmo del kīrtana, y después saltaba. Para Prabhupāda, bailar siempre quiso
decir brazos levantados y dedos extendidos, como en las pinturas de Gaura-Nitāi.
Así fue como introdujo el baile en la Segunda Avenida 26
(en Nueva York), dirigiéndonos a todos nosotros puestos en círculo en su propia
habitación, haciendo demostraciones de cómo se pone el pie izquierdo en el lado
derecho y luego el pie derecho al lado izquierdo, y cómo oscilar atrás y
adelante, con los brazos siempre levantados; Kīrtanānanda lo llamó «el paso del
Swami». Cierta vez, en Chicago, reprendió a dos devotos que se retorcían al
estilo discoteca. Enfáticamente, desde el vyāsāsana,
levantó los brazos. Lo hizo una vez, y como los jóvenes no le hicieron caso, lo
repitió de nuevo: —¡Se hace así!
El baile podía salirle en diferentes ocasiones memorables, caminar
bailando en el kīrtana lleno de
éxtasis de los Ratha-yātrās de Londres y Australia, o en habitaciones llenas
hasta los topes de devotos, o ante miles de personas en paṇḍāls al aire libre en la India. Repentinamente ,
creando olas de emoción —todos los
devotos se levantaban con él—, se ponía a bailar y nos hacía bailar. Él bailó,
y nosotros estamos bailando.
Satsvarūpa dāsa Goswami
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