Śrīla Prabhupāda conseguía animar a todos y cada uno de sus discípulos.
Les hizo sentir que tenían un valor, que él los amaba, y mostró que conocía sus
problemas particulares.
Algunos casos problemáticos eran quienes no podían trabajar bien con los
demás, y otros eran los inestables. Cierto día, un devoto con problemas se
presentó ante Śrīla Prabhupāda y le suplicó algún alivio.
—Śrīla Prabhupāda, quería disculparme por ser tan caído y mezquino. No
parece que yo pueda hacer nunca algo a derechas. Intento dar algún consejo a la
gente, pero es inútil. Porque incluso cuando pienso que estoy en lo cierto, me
dicen que me equivoco. Así pues, quiero que me perdone por estar tan
confundido.
Śrīla Prabhupāda contestó: —Criticaron a Śrī Caitanya y a Kṛṣṇa.
El abatido devoto quedó pasmado al oír esto. Pero pensó que quizá
Prabhupāda no había captado lo que le había querido decir.
—Śrīla Prabhupāda, no pretendo criticar a Śrī Caitanya ni a Kṛṣṇa. Nada
más quiero disculparme. Me entristece ser tan caído, no ser mejor de lo que
soy.
Pero Śrīla Prabhupāda repitió: —Ellos criticaron a Śrī Caitanya y a Kṛṣṇa.
No aceptaron a Śrī Kṛṣṇa ni cuando estuvo aquí presente. Sólo unos cientos de
personas aceptaron que Él era Dios. Todos los demás Lo criticaban. Y cuando Śrī
Caitanya estuvo aquí, hasta llegaron a darle con un jarro a Śrī Nityānanda. Si
no quieren aceptarlo a Él, ¿qué vamos a decir de a ti o a mí?
El abatido discípulo quedó entonces sobrecogido, al darse cuenta de que Śrīla
Prabhupāda verdaderamente lo había entendido, lo había entendido mejor que lo
que él podía entenderse. —¿Qué hay que hacer entonces? —preguntó el discípulo—.
¿Seguir intentándolo?
—Sí —dijo Śrīla Prabhupāda.
Entrevista con Nara-Nārāyaṇa
Ocurrió un incidente parecido con un devoto fotógrafo. Tenía problemas
en levantarse temprano y en controlar su lengua, no podía evitar comer
demasiado. No era muy regulado ni tenía tendencia a la filosofía. Pero le
gustaba hacer fotografías para los libros de Śrīla Prabhupāda, y en esto era
muy bueno. Cierto día, tras acompañar a Śrīla Prabhupāda en sus viajes a
diversos lugares, el fotógrafo pidió a Prabhupāda permiso para volver a su
templo de origen. Consciente de su precaria situación, su debilidad en la vida
espiritual, se presentó ante Śrīla Prabhupāda:
—Prabhupāda, qué sinvergūenza que soy.
—Eso es bueno —dijo Prabhupāda—. Sigue siendo sinvergüenza el resto de
tu vida.
Esta frase confundió al discípulo: ¿Estaba Prabhupāda maldiciéndolo a
«seguir siendo un sinvergüenza»?
Śrīla Prabhupāda explicó entonces: —Śrī Caitanya también fue llamado
sinvergüenza. ¿Conoces la historia de Śrī Caitanya y su maestro espiritual?—.
El fotógrafo de Prabhupāda de repente sintió que su mente y su lengua habían
sido puestas bajo control, pues sin siquiera pensar comenzó a contar la
historia de cómo Śrī Caitanya recibió de su maestro espiritual la indicación de
que era demasiado tonto para entender el Vedānta
y que debía limitarse a cantar Hare Kṛṣṇa. Prabhupāda sonrió y no dijo más. De
este modo consiguió paz otro abatido discípulo, al entender su falta de
inteligencia y el hecho de que su única esperanza era el santo nombre de Kṛṣṇa.
La habilidad de Śrīla Prabhupāda en éste y muchos otros casos demuestra
cómo él era un gran psicólogo. Incluso cuando nadie podía, Śrīla Prabhupāda
conocía los medios y modos de dar a un sirviente caído un poco de esperanza y
fuerza renovadas. Y no lo hizo recurriendo a técnicas mundanas de jefes de
personal, que a menudo son cínicas y de manipulación. Aun así, por Kṛṣṇa, Śrīla
Prabhupāda era experto con la gente.
Entrevista con Bhārgava dāsa
¡Wow, que dulces pasatiempos!, ¡gracias por compartir!. MMVD
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