Un día, en Vṛndāvana, Śrutakīrti, el sirviente de Prabhupāda lo oyó
dando voces en su habitación en la azotea. Corriendo a la habitación, Śrutakīrti
recibió como saludo un grito de Prabhupāda: —¡Sinvergüenza!—. Prabhupāda tomó
una piedra de arcilla de su mesa de trabajo y la arrojó por la puerta del
balcón.
—¿Qué ocurre?
—¡El mono me robó los zapatos! —dijo Śrīla Prabhupāda; se levantó y se
dirigió a la puerta—. Trae algunas perās
(‘simplemente maravillosas’) y mi bastón de caña —dijo Prabhupāda. Śrutakīrti
salió y volvió con el bastón y una porción de dulce, mientras Śrīla Prabhupāda
descubrió al mono, que estaba parado justamente a una distancia en que no se lo
podía alcanzar, sobre el tejado de hormigón encima de la habitación de Prabhupāda.
Con su bastón en la mano, Prabhupāda saltó tratando de golpear al mono, pero
éste se mantuvo fuera de su alcance, escabulléndose atrás y adelante agitando
la zapatilla provocadoramente.
—Qué sinvergüenzas son estos monos —dijo Prabhupāda con una apariencia
seria y resuelta. Conociendo perfectamente el juego del mono, Prabhupāda pidió
a su sirviente que le tendiese el dulce para negociar sobre la zapatilla. En
cuanto se le ofreció el dulce, el mono se acercó y tendió la zapatilla. Se
acercó más y más, pero entonces robó el dulce y se quedó la zapatilla. Por tres
veces intentaron lo mismo, y el mono los engañó y les ganó cada vez.
Triunfalmente, el mono se sentó atrás, fuera de alcance, gruñendo y haciendo
muecas. Por último, se metió la zapatilla en la boca y empezó a masticarla.
Prabhupāda afanosamente había tratado de recuperar la zapatilla, pero ahora
dijo: —Lo ha arruinado—. El mono había roto el talón y la cubierta interior de
la planta. Prabhupāda volvió entonces a su habitación y, tras intentarlo unas
veces más, su sirviente también dejó el lugar. El mono entonces dejó caer el
zapato y se fue corriendo.
Más tarde, un devoto trepó al tejado y le llevó a Prabhupāda la roída
zapatilla. Prabhupāda decidió conservarla y usarla, aunque estaba rota y tenía
marcas de dientes. Continuó llevándola durante un año tras el incidente.
Los devotos preguntaron a Prabhupāda si era verdad que los que en ese
entonces eran monos en Vṛndāvana eran muy especiales, si eran sabios que en
vidas anteriores habían caído de la vida espiritual y que en su siguiente vida
se liberarían.
—Sí —explicó Prabhupāda—. Aunque los monos son traviesos y roban
alimentos, en Goloka Vṛndāvana Kṛṣṇa mismo les distribuye la mantequilla.
Quién era, exactamente, este mono, o cuál era su relación con Prabhupāda,
nadie puede decirlo con seguridad. Lo único cierto era que Prabhupāda lo
consideró un travieso sinvergūenza, y que todo ello tuvo lugar en la
inconcebible Vṛndāvana-dhāma.
Entrevista con Śrutakīrti dāsa
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