Śrīla Prabhupāda Uvāca 41
Saint
Moritz, Zurique, Suiza
Estando en
Bombay, un discípulo mayor le mostró a Śrīla Prabhupāda una postal de
Saint-Moritz, de coloridas flores silvestres y colinas verdes. Era hermoso. El
devoto de Śrīla Prabhupāda expresó consideradamente que sería bueno tomar un
respiro después del largo trayecto entre Bombay y Nueva York. Śrīla Prabhupāda
podría descansar un poco en Saint Moritz. Cualquiera que haya viajado de los
EE.UU a la India ,
sabe que es un viaje duro, muy cansador. Śrīla Prabhupāda había estado viajando
bastante rápidamente, no quedándose más de 6 a 7 días en cada lugar, por lo que detenerse
en Saint Moritz parecía ser una buena proposición.
Sin
embargo, otro de los motivos para quedarse en Saint Moritz era una especulación
dorada. Unos cuantos hombres experimentados estaban pensando en fortificar las
reservas de oro de ISKCON, invirtiendo en oro, antes de que el precio bajara.
Zurich era el lugar justo para la inversión billonaria de oro. No obstante, Śrīla
Prabhupāda tronchó la idea de raíz.
Saint
Moritz es zona de esquí y en esta época del año hay una considerable cantidad
de nieve en el suelo. El hotel elegido por nosotros tenía un salón central con
un ascensor. Al salir del mismo, y entrar a la habitación del hotel, la misma
se abría a un espacioso condominio de tres salas, con cocina completa. El gran
living-room tenía puertas de vidrio corredizas, que daban a una terraza con una
fantástica vista de las montañas cubiertas por la nieve. Para muchos, quitaba el
aliento, pero no a Śrīla Prabhupāda.
Śrīla Prabhupāda
era muy regulado. No importaba dónde estuviéramos, la vida continuaría como un
reloj. El esquema de Śrīla Prabhupāda permanecía constante. Esta mañana no fue
diferente. Śrīla Prabhupāda se puso su abrigo con capucha azafrán y se preparó
para su paseo matinal, diciendo, ¿Vamos a caminar, así nos enteramos qué tan
frío es aquí?
Estando en
la planta baja, Su Divina Gracia abrió la puerta de vidrio corrediza, para
salir a la terraza hacia las grandes puertas de entrada. Súbitamente, un enorme
golpe de aire helado llenó todo el condominio. Era como una tormenta de nieve. Śrīla
Prabhupāda abrió grandes sus ojos y exclamó, “¡Ooooohhh, esto es demasiado
frío!”.
Toda vez
que era testigo de esas expresiones infantiles, mi corazón se derretía de gozo.
Śrīla Prabhupāda trasuntaba la inocencia de un niño. Mientras la mayoría de los
devotos experimentaban su prédica poderosa y determinada, yo me sentía
afortunado por ver la cara de Śrīla Prabhupāda iluminada con una expresión
entrañable y querida. Su Divina Gracia sintió el frío. No le gustaba, así lo
dijo, “Caminaremos por el hall dentro del edificio”.
Una
ventisquita de nieve no iba a interferir con el paseo matinal de Śrīla Prabhupāda,
de manera que Su Divina Gracia, Pradyumna y yo, nos dirigimos al hall. Ahora
bien, esto planteaba otro tipo de problemas. Considerando que estamos en 1973,
el lugar de temporada turística era de una súper y alta tecnología, diseñado
para operar con poco gasto de energía. El sistema consistía en que si alguien
caminaba por los pasillos, las luces se encendían automáticamente por
determinado lapso de tiempo, probablemente el tiempo exacto que se tardaba en
entrar al ascensor, luego las luces se apagaban automáticamente. De modo que
mientras caminábamos por el corredor, en uno y otro sentido, debíamos pulsar
diversos botones a lo largo del pasillo, para que las luces se encendieran. De
otro modo, teníamos que caminar en la oscuridad.
Pradyumna decidió regresar al apartamento. Śrīla Prabhupāda y yo caminamos en uno y otro sentido del corredor. Yo corría de botón en botón, pulsando y cantando, pulsando y cantando. Esto duró una media hora, hasta que Śrīla Prabhupāda mencionó, “El clima frío me ha despertado el apetito. Puedes ir a hacer algo de halava”. Yo repliqué, “Está bien, Śrīla Prabhupāda, ¿quiere que espere hasta que termine de caminar, o debo ir ahora?”. Las luces durarían otros 30 segundos, de modo que yo estaba preocupado por los botones. Śrīla Prabhupāda contestó con humor, “No, yo caminaré, tú puedes ir a hacer el halava”.
Pradyumna decidió regresar al apartamento. Śrīla Prabhupāda y yo caminamos en uno y otro sentido del corredor. Yo corría de botón en botón, pulsando y cantando, pulsando y cantando. Esto duró una media hora, hasta que Śrīla Prabhupāda mencionó, “El clima frío me ha despertado el apetito. Puedes ir a hacer algo de halava”. Yo repliqué, “Está bien, Śrīla Prabhupāda, ¿quiere que espere hasta que termine de caminar, o debo ir ahora?”. Las luces durarían otros 30 segundos, de modo que yo estaba preocupado por los botones. Śrīla Prabhupāda contestó con humor, “No, yo caminaré, tú puedes ir a hacer el halava”.
Nos
encantaba cuando Śrīla Prabhupāda tenía apetito. Era una alegría cocinar para
él. Al entrar, le dije a los demás, “Śrīla Prabhupāda aún está caminando por el
pasillo. Alguien tiene que salir a pulsar los botones, para prender las luces”.
Todos espiamos por la puerta para ver a Śrīla Prabhupāda cantando, caminando y
pulsando los botones para mantener las luces encendidas. Fué bastante
divertido. ¡Jaya Śrīla Prabhupāda!
Hermosísimo, Jay Srila Prabhupada!!
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