58. Los dulces y las hormigas; Kacori de coco



Śrīla Prabhupāda Uvāca 58
25-31 de enero de 1973, ISKCON, Calcuta

Esta era definitivamente la ciudad natal de Śrīla Prabhupāda. Había una atmósfera muy tranquila en ella. El templo estaba situado en el segundo piso. Era un templo de tamaño modesto y la habitación de Śrīla Prabhupāda se hallaba al fondo del inmueble. La parte más bella de la instalación, era el balcón abierto de mármol, que rodeaba el ancho del edificio. Daba a un lago que cruzaba la calle.

Tal parecía que la corriente de invitados en su habitación no se detendría nunca. Recuerdo que cuando él descansaba en la tarde, yo me tendía al frente de las puertas de su habitación, para que nadie pudiera entrar. Era uno de mis servicios favoritos, tener la oportunidad de ser su perro guardián. Esto es, cuán pequeño era el control sobre sus invitados. Śrīla Prabhupāda sabía que el gentío que llenaba la casa era de la ciudad, y era especialmente gentil con los invitados. Siempre había unas cajas de dulces de leche en su habitación, que eran comprados en los comercios de dulces de la zona. El sandeśa de muchas variedades, tenía el mejor sabor del mundo. Śrīla Prabhupāda siempre remarcaba, “Debe darse prasādam a todos los invitados”.

Un día noté que una caja de dulces estaba cubierta por hormigas. Pensé que si se la mostraba a Śrīla Prabhupāda, él me diría que la tirara. Luego, podría echar a las hormigas y guardar los dulces para mí. Entré lujuriosamente a su habitación y ofrecí reverencias. Le conté el dilema. Él me sonrió, sin duda leyendo mi mente y dijo, “Está bien, puedes comer todo lo que quieras”. Luego dijo, “Consigue un thāli (una bandeja de 1” de borde) y coloca agua en ella. Luego, coloca un pote con los dulces dentro en la parte superior del costado. Eso creará un foso, de modo que las hormigas no se podrán acercar a los dulces”. Una de las características trascendentales de Śrīla Prabhupāda es que él nunca desperdiciaba nada. Esa cualidad se auto-manifestará en muchos pasatiempos.

Una tarde, mientras yacía tendido afuera de su habitación, lo oí quejarse. No sabía qué hacer. Unos minutos después, miré dentro y lo ví retorcerse y darse vuelta en la cama. No me llamó pero no lo pude soportar más. Finalmente, entré corriendo a la habitación y dije, “Śrīla Prabhupāda ¿qué anda mal?”. Él dijo, “Mi estómago, me duele mucho. Debe ser algo que comí. Es muy, muy doloroso”. No pidió ninguna ayuda. Me quedé en su habitación y le di masajes suaves en el estómago.

Más tarde dijo, “Debe haber sido ese kacori de coco que mi hermana me hizo para el almuerzo. No estaba cocido, el coco es muy difícil de digerir. Me está doliendo mucho”. Toda la noche los devotos se turnaron para masajear su estómago. El dolor continuó durante toda la noche. Con cada aliento, dejaba exhalar un quejido. A la mañana vino el virajā. Confirmó lo que Śrīla Prabhupāda había dicho. Cuando fui a su habitación a las 4.00 a.m., él dijo, “Este kacori ha creado un caos. No he podido descansar en toda la noche. Ha creado un caos en mi vida”.

Śrīla Prabhupāda, por favor perdóneme. Ud. ha tenido que sufrir por aceptar voluntariamente las reacciones por mis actividades pecaminosas. He visto como lo soportaba tranquilo, sin quejarse nunca. Estoy endeudado eternamente por lo que ha hecho conmigo.

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