Śrīla Prabhupāda Uvāca 66
Enero
de 1973; Bombay, India
Śrīla Prabhupāda
se quedó por seis semanas en el piso de Kārtikeya Mahādevia. En la planta baja
había un pequeño ascensor que llevaba a sus habitaciones. Una mañana, Śrīla Prabhupāda,
Tamāla Kṛṣṇa Gosvāmī y yo, nos dirigimos hacia el ascensor para efectuar
nuestra caminata matinal. Como sirviente de Śrīla Prabhupāda, yo esperaba
entrar al elevador con él, pero Tamāla Kṛṣṇa Gosvāmī entró primero, de modo
que no había sitio para mí. Al cerrarse las puertas, giré rápidamente y bajé
corriendo los dos pisos por escalera. Llegué a las puertas del ascensor justo a
tiempo para abrirlas para Śrīla Prabhupāda y ayudarlo a salir. Mientras
caminábamos, Tamāla Kṛṣṇa Mahārāja me miró y comenzó a reír. Dijo, “Śrīla Prabhupāda,
Śrutakīrti es realmente experto”. Śrīla Prabhupāda replicó con una sonrisa, “Sí,
kīrti significa experto”. Continuó en
dirección al automóvil sin hacer más comentarios.
Ser el
sirviente de Śrīla Prabhupāda estaba colmado de aventura y suspenso. Lo que
fuera que sucediera estaba cargado de una cierta electricidad. Todos los meses,
yo tenía la oportunidad de afeitar su cabeza con la maquinilla eléctrica. Śrīla
Prabhupāda no era un receptor pasivo durante el proceso. Se movía todo el
tiempo y eso me atemorizaba. El me ayudaba muy amablemente a ser 'Consciente de
Prabhupāda'. La primera vez que lo hice, luego de hacer una repasada por su
cabeza, dijo, “Apaga la afeitadora entre cada parte, para que no se caliente”.
Eso no era tan difícil. Luego vino la parte de real habilidad, al afeitarlo
alrededor de las orejas. Parecía que cada vez que yo me acercaba a sus hermosos
oídos, él decía, “Ten cuidado con mis oídos”. Yo era sumamente cuidadoso. Por
la gracia de Kṛṣṇa nunca ocurrió ningún incidente durante este servicio.
Además, tenía la oportunidad de poner a muchos devotos en éxtasis,
distribuyendo el cabello de Śrīla Prabhupāda.
Especialmente
en la India , el
arreglo más simple podía ser causa de ansiedad. En Māyāpur en 1973, yo debía
poner un calentador sumergible en un balde metálico lleno de agua para calentar
su baño. Naturalmente, no siempre funcionaba. Los calentadores se quemaban o no
había electricidad. Śrīla Prabhupāda estaba listo para el baño, sin agua tibia.
Gritó, “¿Porqué no tengo agua caliente para el baño?”. En Vṛndāvana, en el
templo de Rādhā Dāmodara donde él habitaba en el segundo piso, dijo, “Puedes
colocar un balde con agua afuera, en el techo y el calor del Sol será
suficiente para bañarse”. Eso por lo general funcionaba, excepto cuando los
monos decidían beber de allí y tiraban el balde.
Luego
estaban las incontables mañanas en que Śrīla Prabhupāda pasaba a mi lado, al
dirigirse al cuarto de baño, y decía, “¿Hay datong?”.
Cuando decía eso, yo entendía que había olvidado colocar su palillo en el baño
para que se lavara los dientes. Cuando estaba con él, Śrīla Prabhupāda empleaba
un palillo para cepillarse los dientes, no un cepillo de dientes. El mejor era
el del árbol nim. Era fácil de conseguir en la India. Se podía ir a un
comercio y comprarlos por manojo. Sin embargo, en la ciudad de Nueva York no
era tan sencillo conseguir ninguna clase de ramita, en ninguna parte. Debía
arreglarme como fuera para obtener alguna. La cualidad más importante es que la
madera tenía que ponerse tiesa si se mordía su extremo. Se suponía que su
sirviente personal debía asegurarse que en cualquier parte del mundo Śrīla Prabhupāda
tuviera la facilidad para continuar con su programa. Era asombroso que viajara
tanto y mantuviera su regulación, como si el término 'jet lag' (enseres de
viaje en jet) fuera solo una imaginación. En el mejor de los casos yo era
mediocre en la ejecución de mis deberes. Gracias Śrīla Prabhupāda por tolerar
los tropiezos de mi servicio.