84. Maravilloso līlā en el aeropuerto; Amor es servicio



Śrīla Prabhupāda Uvāca 84
13 de abril de 1973; Los Angeles, CA, EUA.;
ISKCON Nueva Dvārakā

Ciertos servicios eran especialmente extáticos. Caminar detrás de Su Divina Gracia al salir del aeropuerto y entrar al edificio de la terminal, era definitivamente una de las experiencias más asombrosas. Habían pasado 8 meses desde que Śrīla Prabhupāda estaba ausente de los Estados Unidos. Era maravillosa la forma en que se preparaba para su gran entrada. Como mencionara antes, cuando el 'ajusten su cinturón de seguridad' se encendía, él usualmente se levantaba de su asiento, iba al baño y se colocaba el tilaka. Yo lo acompañaba, esperando afuera de la puerta del baño. El camino de regreso a nuestros asientos podía ser excitante si el avión se movía debido a turbulencias o trepidaba para aterrizar. Si una azafata trataba de detenerlo, él las ignoraba, como si nunca las hubiera oído. Al volver a su asiento, se colgaba del cuello su bolsita de cuentas, con mucho cuidado. Cuando el avión aterrizaba, se colocaba una guirnalda de flores. Si había otras, se las daba a cada persona del grupo.

Al dejar el avión y entrar al corredor, podía oírse el canto de la parte posterior. Se hacía cada vez más alto mientras entrábamos al salón. La sonrisa de Śrīla Prabhupāda se hacía asimismo más amplia al acercarse a sus amados discípulos. Hoy había varios cientos en el aeropuerto, mientras Śrīla Prabhupāda caminaba en la terminal. Ellos eran ajenos a todos y a todo lo que pasaba a su alrededor, excepto por su glorioso maestro espiritual. No estoy calificado para describir los sentimientos de mis hermanos y hermanas espirituales, pues nunca he sido tan afortunado como para tener una emoción amorosa tan fuerte por Śrīla Prabhupāda. Era evidente para todos en el aeropuerto, que los devotos sentían bienaventuranza trascendental. La reciprocidad amorosa entre Śrīla Prabhupāda y sus discípulos era muy fácilmente percibida en el līlā del aeropuerto. Por varios minutos, parecía que nadie tocaba el suelo. Torrentes de lágrimas extáticas fluían libres en todos, excepto en un alma caída, yo.

Al llegar a las instalaciones de Śrīla Prabhupāda, al mediodía, me preparé inmediatamente para su masaje. Durante el mismo, mi mente estuvo muy perturbada. No podía liberarme de la pena de pensar que todos amaban tanto a su guru, todos menos yo. Era un falsario, un impostor. Finalmente tomé coraje para hablar, mientras friccionaba la espalda de Śrīla Prabhupāda. No tenía que mirarlo cara a cara, “Śrīla Prabhupāda, todos sus discípulos lo aman muchísimo, lo cual me hace sentir muy mal conmigo mismo, pues yo no tengo un amor tan intenso. Cuando estoy con usted en un aeropuerto, veo a todos cantando, bailando y gritando. Y yo, a pesar de tener tanta asociación con usted, no siento ese amor abrumador que sienten ellos”.

Tenía la esperanza que él diría algo para aliviar mi mente. Se quedó callado. Atormentado, terminé con el masaje y regresé a mi habitación para finalizar la preparación de su almuerzo. Luego que cantó el mantra Gāyatrī, me llamó a su habitación. Al entrar, ofrecí reverencias y lo miré con mucho interés, porque él tenía una mirada muy seria. Dijo, “¿De modo que no te gusta servirme?”. Yo repliqué, “Oh, sí, Prabhupāda. Me gusta mucho servirlo”. El continuó, “Bueno, eso es amor. Todos pueden hacer muchas cosas... cantar...bailar, saltar de arriba hacia abajo. Pero tú estás haciendo algo concretamente. ¿Acaso eso no es amor?”. Yo dije, “Creo que sí, Śrīla Prabhupāda”. Él dijo, “Bueno, tú limítate a hacer tu servicio. Solo es necesario eso. Eso es lo que el amor significa. Hacer servicio”.

Śrīla Prabhupāda, usted siempre ha sido muy compasivo con esta alma caída. Usted me alentó a lo largo de los años, aunque yo no he sido capaz de concederle un lugar en mi corazón. Hoy, como ayer, veo que muchos de sus discípulos tienen mucho amor por usted y yo no. Pese a mi carencia, usted me permitió el servicio íntimo de describir su asombrosa gracia sobre este miserable desagradecido. Qué ironía, que entre todos sus discípulos, me hubiera escogido a mí, un sapo disecado, para describir su jugoso līlā. Oro porque algún día me califique para saborear una gota del océano misericordioso del amor de Dios, para poder cantar y bailar como sus amados discípulos.

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