Śrīla Prabhupāda Uvāca 83
11
de abril de 1975; Hyderabad, India
Hay tan
solo unas pocas instancias que recuerde como muy difíciles para estar en la misma
habitación con Śrīla Prabhupāda. Obviamente, uno puede imaginarse fácilmente el
anhelo por estar en la presencia de Su Divina Gracia las 24 horas del día, mas
tenemos que recordar que la presencia de los demás podía cambiar el clima
alrededor de Śrīla Prabhupāda.
Hoy vino Devānanda
Mahārāja a visitar a Śrīla Prabhupāda, quien le dio iniciación; también era un sannyāsi. Había sido su sirviente
personal por cierto tiempo, en 1970. Actualmente no era miembro de ISKCON.
Pidió ver a Śrīla Prabhupāda y se le concedió el darśana. Cuando llegó, Śrīla Prabhupāda estaba sentado ante su
escritorio. Brahmananda Mahārāja y yo estábamos con él. Devānanda entró a la
habitación con una túnica de satén naranja brillante. Al entrar no ofreció
reverencias. Su largo cabello y su barba estaban enmarañados. Tenía una sonrisa
muy extraña en el rostro. Comenzó a hablarle a Śrīla Prabhupāda de un modo tan
peculiar que no podía entender nada de lo que estaba diciendo. Mientras
hablaba, movía sus manos como si estuviera haciendo alguna suerte de mudrā. Era una visión demasiado
grotesca. Parecía que estaba muy intoxicado.
Śrīla Prabhupāda
toleró su insensatez por unos minutos. No hubo un intercambio de conversación,
pues Devānanda era incoherente. Finalmente, su todo misericordioso maestro
espiritual, Śrīla Prabhupāda, dijo, “Si quieres volver, haz como él”. Señaló a
Brahmananda Mahārāja y continuó. Te afeitas la cabeza y la cara, te pones un dhoti y entonces está todo bien. Puedes
volver”.
Devānanda
comenzó a agitar sus brazos, nuevamente y dijo, “No, no es por eso que estoy
aquí”. Continuó moviendo su cuerpo mientras hablaba tonterías. Śrīla Prabhupāda
había tenido suficiente. Gritó, “Vete”. Al mismo tiempo, él comenzó a sacudirse
de ira. Brahmananda Mahārāja lo aferró y lo escoltó a la fuerza, sacándolo de
la habitación. Śrīla Prabhupāda estaba furioso. Yo me sentía como si hubiera
sido golpeado por un rayo, aunque la ira de Śrīla Prabhupāda no estaba dirigida
a mí directamente. Tan solo estar cerca asustaba. Si hubiera podido desaparecer,
era el momento de hacerlo. Es difícil describir la potencia espiritual generada
por la ira de Śrīla Prabhupāda. Su total consagración a sus discípulos, fue
obvia a partir de este encuentro.
Fue una de
las experiencias más difíciles que pasé con Śrīla Prabhupāda. Era sorprendente
como él había tolerado ese comportamiento grotesco y le hubiera ofrecido
aceptarlo nuevamente como discípulo, pese a que era aparente que Devānanda se
había alejado mucho del sendero de Conciencia de Kṛṣṇa y había cruzado el
umbral de la cordura para entrar en el meollo de la locura. Cuando Su Divina
Gracia notó que él no estaba interesado en aceptar instrucción,
misericordiosamente lo echó antes de que cometiera más ofensas.
Śrīla Prabhupāda, le ruego me proteja de mí mismo. No quisiera nunca hacer nada que lo enoje tanto. El mayor peligro es perder el amparo de sus pies de loto. Aquí estaba mi hermano espiritual mayor, apresado en la ilusión, flotando en la modalidad de la ignorancia, ahogado en el cenagal del ego falso. Por su potencia, usted lo había elevado a un alto puesto, por su gracia él había logrado un buen nivel de servicio siendo un sannyāsi. Incluso si usted estaba con nosotros algunos de sus discípulos se ilusionaban, pensando que debían ir a alguna otra parte para hallar la perfección. El resultado de su desviación era aparentemente desastroso.
Śrīla Prabhupāda, le ruego me proteja de mí mismo. No quisiera nunca hacer nada que lo enoje tanto. El mayor peligro es perder el amparo de sus pies de loto. Aquí estaba mi hermano espiritual mayor, apresado en la ilusión, flotando en la modalidad de la ignorancia, ahogado en el cenagal del ego falso. Por su potencia, usted lo había elevado a un alto puesto, por su gracia él había logrado un buen nivel de servicio siendo un sannyāsi. Incluso si usted estaba con nosotros algunos de sus discípulos se ilusionaban, pensando que debían ir a alguna otra parte para hallar la perfección. El resultado de su desviación era aparentemente desastroso.
La
perfección para mí es sentarme en mis habitaciones de servicio y esperar que
usted suene la campanilla. Ruego por responder a su llamado, corriendo a su
habitación, ofrecer reverencias y contemplar sus pies de loto que sobresalen
del escritorio.
PD:
Lamentamos enterarnos que Devānanda murió de hambre, voluntariamente en una
cueva en India del Sur.
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