Śrīla Prabhupāda Uvāca 87
Marzo
de 1975; Māyāpura, India;
Māyāpur
Candrodaya Mandir
Viajando
con Śrīla Prabhupāda ocurren muchas aventuras diarias agradables. Fluía tanto
néctar de las actividades reguladas de servir en persona a nuestro glorioso
Gurudeva. Quién podría imaginarlo, cocinar, dar masajes y atender a Su Divina
Gracia, pero la joya cumbre de la intimidad sucedía cuando Su Divina Gracia
exhibía síntomas extáticos. Era el más raro de los tesoros. Estos eventos
excepcionales ocurrían invariablemente cuando Śrīla Prabhupāda se sentaba en su
vyāsāsana, en la sala del templo,
durante sus clases. Los más ampliamente conocidos, sucedieron aquí durante el
'Festival de Māyāpur'.
Había
cientos de devotos congregados en la sala del templo, mientras Śrīla Prabhupāda
hablaba. De pronto, se detuvo y se quedó en silencio, con los ojos cerrados.
Todos en la habitación se quedaron quietos, no deseando perturbarlo. No se
movía ni un alfiler, no respirábamos alto. Esto siguió por unos momentos.
Centenares de devotos estaban transfigurados por el éxtasis de Su Divina
Gracia, transportados todos en su arrebato. Nuestras mentes rebosaban de
bienaventuranza anticipada. Śrīla Prabhupāda nos llevó a todos a otro reino.
Súbitamente,
un sannyāsi líder de kīrtana, cerca de la vyāsāsana, comenzó a cantar sonoramente,
“Nama oṁ viṣṇu-pādāya...”. Me sentí
sacudido desde el reino celestial. De a poco, los devotos reacios comenzaron a
unirse al kīrtana. Pronto Śrīla Prabhupāda
recuperó su conciencia externa y se unió a sus discípulos en el kīrtana.
Después
del kīrtana, hubo muchos desacuerdos
entre los devotos. Algunos criticaron al sannyāsi,
diciendo, “¿Cómo pudo haber hecho eso? Śrīla Prabhupāda estaba en éxtasis.
Nadie más cantaba. Había que haberlo detenido”. El replicó, “Oh, yo pensé que
debía cantar. Parecía lo único justo en ese momento”. En ese tiempo, Brahmananda
Mahārāja era el secretario de Śrīla Prabhupāda. Trataba de mediar en esta
cuestión, pero nadie llegaba a una conclusión, de modo que decidió llevarle el
tema a Śrīla Prabhupāda.
Fuimos esa
tarde a la habitación de Śrīla Prabhupāda. Brahmananda Mahārāja dijo, “Śrīla Prabhupāda,
¿recuerda que en la clase usted dejó de hablar y entró en éxtasis?”. Antes de
que pudiera continuar, Śrīla Prabhupāda respondió con una voz dulcísima, que
sonaba un poquito turbada, “No hago eso a menudo”. Comprendiendo la humildad de
Śrīla Prabhupāda, Brahmananda continuó, “No, Prabhupāda, pero cuando suceda,
¿qué debemos hacer? ¿Debemos quedarnos sentados, Śrīla Prabhupāda, o debemos
cantar japa?” Śrīla Prabhupāda dijo, “Sí,
canten. Canten Hare Kṛṣṇa. ¿Por qué agrandan tanto esto? Canten Hare Kṛṣṇa.
Eso está bien”.
Como
siempre, no hay forma en que pueda describir la manera en que habló Śrīla Prabhupāda.
Cuando él dijo, 'No lo hago muy a menudo', fue la voz más inocente que hubiera
yo escuchado jamás en la vida. La gracia y gentil humildad que exhibió fue
maravillosa. Se estaba disculpando por exhibir los síntomas de un devoto puro.
A mí me parecía que Śrīla Prabhupāda se turbaba al exponernos su éxtasis.
Una de las
cosas más maravillosas sobre Su Divina Gracia, era la forma en que siempre nos
hacía sentir, si tan solo seguíamos el proceso de Conciencia de Kṛṣṇa,
luego, se podía avanzar a la etapa perfecta, sin dificultad. Me daba la
impresión que él no quería desalentarnos mostrándonos cuán especial él era,
haciéndonos pensar, por consiguiente, que la Conciencia de Kṛṣṇa
era demasiado dura para los neófitos. El siempre hablaba de sí mismo en plural,
“Somos el sirviente de Kṛṣṇa”. Śrīla Prabhupāda nos incluía. Así como nos
transportó en ese día especial, él continúa llevándonos 'De Vuelta al Hogar, de
Vuelta con Dios'.
Śrīla Prabhupāda, gracias por el atisbo en su
éxtasis privado. Hubiera saboreado la oportunidad de sentarme a sus pies en esa
sala del templo, por horas. Sólo me cabe imaginar dónde estaba. Me enorgullece
mucho saber que usted es la personalidad máxima dentro de estos tres mundos. Y
de todos modos, usted habla tímidamente, revelando un vislumbre de su éxtasis.
Ruego por la oportunidad de oír esa dulce voz una y otra vez.