12. Visita a una cabaña en la montaña



Śrīla Prabhupāda viajó en avión junto con algunos de sus discípulos a un sitio en el sur de la India. En el aeropuerto, que no era más que una pequeña choza, los estaban esperando el Sr. H., su hermano y su familia. Tanto el hermano del Sr. H. como su mujer llevaban ropas de color azafrán. Recibieron cordialmente al séquito de Prabhupāda y los condujeron a su casa, donde desayunaron antes de salir para la estación.

El Sr. H. poseía una casa muy grande, pero no era tan culto como las familias hindúes más tradicionales. Durante el almuerzo todos se reunían y la comida, en grandes fuentes, se colocaba en el centro de la mesa. El sistema era que cada uno tenía que servirse la comida a medida que se iban pasando las fuentes de mano en mano. Después de comer se sentaron en el patio cerca de la piscina. El hermano del Sr. H. salió, se sentó junto a Prabhupāda y comenzó a hacerle preguntas.

Cuando Prabhupāda quiso saber cuál era su filosofía y por qué tanto él como su esposa llevaban ropas de color azafrán, el hombre le explicó que su guru había dado a los dos la orden neosannyāsa. Prabhupāda movió la cabeza y le describió al hermano del Sr. H. el auténtico método sannyāsa. Śrīla Prabhupāda explicó brevemente las cuatro partes de la orden sannyāsa (kutīcaka, bahūdaka, parivrājaka-ācārya, y paramahaṁsa) y le comentó que no existía nada que se llamara neosannyāsa. La orden de sannyāsa ya había sido establecida como parte del sistema varṇāśrama, que nadie podía inventar nada. Gradualmente, a medida que hablaba, el hombre fue soltando todos sus malentendidos impersonalistas y Śrīla Prabhupāda se los fue derrotando uno tras otro explicándole el proceso genuino de la autorrealización. En un principio el hombre estaba desafiante, pero pronto se sentó y escuchó a Śrīla Prabhupāda.

El grupo de Prabhupāda y la familia de H. subieron a los automóviles y Śrīla Prabhupāda continuó hablando con el hombre de camino a la montaña. Momentos más tarde, sin embargo, todos se quedaron callados mientras los automóviles ascendieron por espacio de tres horas por el estrecho sendero lleno de curvas de aquella empinada montaña. A Prabhupāda no le gustaba ese tipo de carreteras y dijo que se sentía mal. El tiempo en el cerro era agradable, con suaves brisas, y Prabhupāda quiso quedarse allí durante tres días o más. Toda la familia del Sr. H. —a excepción del hermano— partieron en seguida hacia un pueblo cercano para hacer unas compras. Ya sin compromisos, Prabhupāda llamó al hermano a su habitación y retomó su conversación con él. Prabhupāda comenzó a explicarle todo el proceso de la conciencia de Kṛṣṇa desde el principio, describiendo cómo el alma espiritual no es el cuerpo y cuál es la posición del alma con respecto al Todo supremo. El hombre objetó que existían muchos caminos y distintas clases de interrogantes y de interrogadores. Prabhupāda respondió que aun así no existe más que una respuesta. El hombre contestó con distintas explicaciones māyāvādīs, como que cada uno tiene su propio camino en la vida, etc. Durante casi una hora Prabhupāda, con suma paciencia y delicadeza, le explicó todo, dando a entender indirectamente que el guru del hombre estaba equivocado. Śrīla Prabhupāda recalcó que para obtener verdadero conocimiento uno debe dirigirse a un maestro espiritual genuino y no a un engañador. Gradualmente, el hombre fue comprendiendo y al final escuchó cuidadosamente todo lo que Prabhupāda tenía que decirle.

Cuando la familia regresó, se sentaron todos juntos de nuevo para tomar una copiosa comida de la misma manera que la anterior, es decir, pasándose las fuentes unos a otros.

Pero esa noche, cuando se encontraban ya en sus habitaciones para descansar, Śrīla Prabhupāda llamó a sus devotos y les dijo que debían preparar todo para partir en cuanto amaneciera. Prabhupāda les contó que había tenido dificultades para digerir la comida, y que no quería permanecer allí y tener ese contacto tan directo con materialistas.

Al día siguiente Prabhupāda hizo sonar su campana a las cinco de la mañana y encontró que sus discípulos aún dormían. Únicamente su sirviente Hari-śauri se despertó y fue enseguida a su habitación. Śrīla Prabhupāda estaba sentado en una esquina de su cama con una mesa y un dictáfono colocados frente a él.

—Parece que se han infectado como ellos—comentó Śrīla Prabhupāda a su sirviente señalando los fuertes ronquidos que provenían de la habitación de la familia H.

Hari-śauri respondió: —Bueno, no creo que nos hayamos infectado tanto .

Pero Prabhupāda replicó: —Quiero decir que tendrían que haberse levantado y bañado a las cuatro y haber hecho maṅgala-ārati. Pero después de tan sólo una noche de asociación ya se infectaron.

Tal como tenía previsto, Prabhupāda partió inmediatamente y viajó durante cuatro horas de vuelta a Bombay. Durante el trayecto Prabhupāda se mareó debido a la gran cantidad de curvas que había en la carretera. Cuando finalmente llegó a su residencia de Bombay, hizo notar a sus discípulos que Kṛṣṇa los había castigado rápidamente por haber comido el bhoga de los karmīs.

Diario de Hari-śauri dāsa

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