Śrīla Prabhupāda viajó en avión junto con algunos de sus discípulos a un
sitio en el sur de la India.
En el aeropuerto, que no era más que una pequeña choza, los
estaban esperando el Sr. H., su hermano y su familia. Tanto el hermano del Sr.
H. como su mujer llevaban ropas de color azafrán. Recibieron cordialmente al
séquito de Prabhupāda y los condujeron a su casa, donde desayunaron antes de
salir para la estación.
El Sr. H. poseía una casa muy grande, pero no era tan culto como las
familias hindúes más tradicionales. Durante el almuerzo todos se reunían y la
comida, en grandes fuentes, se colocaba en el centro de la mesa. El sistema era
que cada uno tenía que servirse la comida a medida que se iban pasando las
fuentes de mano en mano. Después de comer se sentaron en el patio cerca de la
piscina. El hermano del Sr. H. salió, se sentó junto a Prabhupāda y comenzó a
hacerle preguntas.
Cuando Prabhupāda quiso saber cuál era su filosofía y por qué tanto él
como su esposa llevaban ropas de color azafrán, el hombre le explicó que su guru había dado a los dos la orden neosannyāsa. Prabhupāda movió la cabeza y
le describió al hermano del Sr. H. el auténtico método sannyāsa. Śrīla Prabhupāda explicó brevemente las cuatro partes de
la orden sannyāsa (kutīcaka, bahūdaka, parivrājaka-ācārya,
y paramahaṁsa) y le comentó que no
existía nada que se llamara neosannyāsa.
La orden de sannyāsa ya había sido
establecida como parte del sistema varṇāśrama,
que nadie podía inventar nada. Gradualmente, a medida que hablaba, el hombre
fue soltando todos sus malentendidos impersonalistas y Śrīla Prabhupāda se los
fue derrotando uno tras otro explicándole el proceso genuino de la
autorrealización. En un principio el hombre estaba desafiante, pero pronto se
sentó y escuchó a Śrīla Prabhupāda.
El grupo de Prabhupāda y la familia de H. subieron a los automóviles y Śrīla
Prabhupāda continuó hablando con el hombre de camino a la montaña. Momentos más
tarde, sin embargo, todos se quedaron callados mientras los automóviles
ascendieron por espacio de tres horas por el estrecho sendero lleno de curvas
de aquella empinada montaña. A Prabhupāda no le gustaba ese tipo de carreteras
y dijo que se sentía mal. El tiempo en el cerro era agradable, con suaves
brisas, y Prabhupāda quiso quedarse allí durante tres días o más. Toda la
familia del Sr. H. —a excepción del hermano— partieron en seguida hacia un
pueblo cercano para hacer unas compras. Ya sin compromisos, Prabhupāda llamó al
hermano a su habitación y retomó su conversación con él. Prabhupāda comenzó a
explicarle todo el proceso de la conciencia de Kṛṣṇa desde el principio,
describiendo cómo el alma espiritual no es el cuerpo y cuál es la posición del
alma con respecto al Todo supremo. El hombre objetó que existían muchos caminos
y distintas clases de interrogantes y de interrogadores. Prabhupāda respondió
que aun así no existe más que una respuesta. El hombre contestó con distintas
explicaciones māyāvādīs, como que
cada uno tiene su propio camino en la vida, etc. Durante casi una hora Prabhupāda,
con suma paciencia y delicadeza, le explicó todo, dando a entender
indirectamente que el guru del hombre
estaba equivocado. Śrīla Prabhupāda recalcó que para obtener verdadero
conocimiento uno debe dirigirse a un maestro espiritual genuino y no a un
engañador. Gradualmente, el hombre fue comprendiendo y al final escuchó
cuidadosamente todo lo que Prabhupāda tenía que decirle.
Cuando la familia regresó, se sentaron todos juntos de nuevo para tomar
una copiosa comida de la misma manera que la anterior, es decir, pasándose las
fuentes unos a otros.
Pero esa noche, cuando se encontraban ya en sus habitaciones para
descansar, Śrīla Prabhupāda llamó a sus devotos y les dijo que debían preparar
todo para partir en cuanto amaneciera. Prabhupāda les contó que había tenido
dificultades para digerir la comida, y que no quería permanecer allí y tener
ese contacto tan directo con materialistas.
Al día siguiente Prabhupāda hizo sonar su campana a las cinco de la
mañana y encontró que sus discípulos aún dormían. Únicamente su sirviente Hari-śauri
se despertó y fue enseguida a su habitación. Śrīla Prabhupāda estaba sentado en
una esquina de su cama con una mesa y un dictáfono colocados frente a él.
—Parece que se han infectado como ellos—comentó Śrīla Prabhupāda a su
sirviente señalando los fuertes ronquidos que provenían de la habitación de la
familia H.
Hari-śauri respondió: —Bueno, no creo que nos hayamos infectado tanto .
Pero Prabhupāda replicó: —Quiero decir que tendrían que haberse
levantado y bañado a las cuatro y haber hecho maṅgala-ārati. Pero después de tan sólo una noche de asociación ya
se infectaron.
Tal como tenía previsto, Prabhupāda partió inmediatamente y viajó
durante cuatro horas de vuelta a Bombay. Durante el trayecto Prabhupāda se
mareó debido a la gran cantidad de curvas que había en la carretera. Cuando
finalmente llegó a su residencia de Bombay, hizo notar a sus discípulos que Kṛṣṇa
los había castigado rápidamente por haber comido el bhoga de los karmīs.
Diario de Hari-śauri dāsa
No hay comentarios:
Publicar un comentario