Śrīla Prabhupāda siempre aceptaba los alimentos cocinados por su hermana
Piśimā, aun cuando sabía que el aceite y los condimentos que ella usaba lo
enfermaban. Pero como ella estaba tan entregada a Śrīla Prabhupāda, él comía de
su prasāda como si fuera ordenado por
Kṛṣṇa.
Pero a veces les comentaba a sus discípulos que él no podía comer lo que
le cocinaba Piśimā. Una vez, en Māyāpura, cuando Prabhupāda le confió a su
discípula Pālikā que no quería comer la ofrenda de Piśimā, Pālikā trató de
satisfacerlo trayéndole lo que él deseaba. Pero cuando Pālikā entró con el
almuerzo y él vio que estaba hecho exclusivamente de las ofrendas de Piśimā, se
enfadó.
—¿Por qué no me has traído lo que te pedí?
—Piśimā estaba allí —respondió Pālikā—. ¿Qué podía yo hacer? Ella
escondió el dāl.
—Está bien —dijo Prabhupāda—. Mañana trata de nuevo. Yo te diré lo que
quiero y tú lo cocinarás.
Pero al día siguiente pasó lo mismo. Piśimā usaba chiles picantes y
especias y Prabhupāda realmente se estaba empezando a enfermar. Pālikā trató de
esconder los chiles, pero Piśimā le escondía los vegetales. Pronto no hubo
comunicación entre las dos madres.
Dos discípulos bengalíes —Bhakti-caru y Nitāicānd— fueron llamados para
hacer las paces entre Piśimā y Pālikā. Pero Piśimā no quería discutir. Dijo que
cualquier cosa que ella cocinara era lo que Prabhupāda quería. Le había
cocinado por setenta años y sabía muy bien lo que a él le gustaba. Y en todo el
mundo no había ningún medio para hacerle cocinar otra cosa.
Los devotos le comunicaron a Prabhupāda lo que decía Piśimā y él
replicó: —Está bien, déjenla que cocine, pero Pālikā también me tiene que hacer
algo que yo pueda comer.
Después de esto las dos madres comenzaron a cocinar en los dos extremos
opuestos de la cocina. Piśimā preparaba algunas preparaciones y las ponía sobre
el plato y Pālikā ponía las restantes. Pero un día Piśimā decidió que Pālikā no
debía cocinar nada, así que cocinó todo. Cuando Pālikā trató incluso de entrar
en la cocina, Piśimā levantó su cucharón y le gritó en bengalí. Cuando Pālikā
le llevó el plato de prasāda a
Prabhupāda y él vio que todo había sido cocinado por Piśimā, exclamó: —¿Qué es
esto? ¡Yo no puedo comer eso!—. Golpeó el puño contra su escritorio y repitió:
—¡Yo no puedo comer eso! ¡Ella sabe que yo esto no lo puedo comer!—. Prabhupāda
se quedó mirando unos momentos el plato mientras Pālika temblaba en el rincón.
Entonces Prabhupāda dijo: —Pero es la misericordia de Kṛṣṇa. Por lo tanto me lo
comeré—. Por supuesto que Prabhupāda sabía que no tenía más que pedir y veinte
devotos hubieran ido corriendo a la cocina y le hubieran hecho lo que él
quisiera. Pero decidió que Kṛṣṇa le había enviado el prasāda de Piśimā y él tenía que comérselo. Pero esa misma noche
Prabhupāda cayó enfermo. En los siguientes dos días no pudo comer nada, excepto
leche caliente y medicina.
Entrevista con Nandarāṇī-devī dāsī
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