«Mi experiencia de mis encuentros personales con Śrīla Prabhupāda es que
él se relacionaba conmigo de acuerdo al modo en que yo me relacionaba con él.
Si yo era humilde él era misericordioso conmigo, pero cuando yo era orgulloso
Prabhupāda aplastaba mi orgullo.
»La primera vez que lo vi (en el templo de Calcuta, en 1971), entré y me
senté. Me preguntó quién era y si tenía alguna pregunta. De modo que le dije:
—Bueno, ¿por qué mejor no volverse budista?—. Yo era un chico listo. Entonces
Prabhupāda preguntó: —¿Y en qué cree un budista?
»Intenté acordarme de mis años de colegio, Filosofía I y II. Comenté un
poco sobre el Noble Sendero Óctuple y Cuádruple, y mascullé algo acerca de lo
que Buda había dicho. Pero Prabhupāda ya me había derrotado: yo no tenía ni
idea de qué era lo que había dicho Buda.
»La siguiente vez que vi a Prabhupāda fue al año siguiente, en el
festival de Māyāpura de 1972. Después de haberlo visto por primera vez, había
comenzado a cantar Hare Kṛṣṇa y me había hecho vegetariano. Esta vez ya no era
tan orgulloso. Pensaba: “Seguro que Prabhupāda conoce las respuestas a todos
los secretos de la vida”. Fui a verlo consciente de que era un maestro
espiritual perfecto. Aunque mi rendición era teórica, me acerqué sumisamente ante
él tal como se indica en el Bhagavad-gītā. Mientras estuve en Māyāpura
también había estado prestando servicio, de modo que sin saberlo estaba
siguiendo el mandato del Gītā.
Prabhupāda me correspondió presentándome la Verdad Absoluta.
Esas conversaciones están recogidas en el libro Preguntas Perfectas, Respuestas Perfectas. Prabhupāda era
tremendamente misericordioso conmigo. Llegó incluso a decirme: —Tú eres un buen
muchacho.
»La siguiente vez que vi a Prabhupāda fue de nuevo en Calcuta. Para entonces
yo era ya mucho más respetuoso. Cuando fui a verle, él estaba bebiendo agua de
coco. Entré en su habitación sintiéndome muy insignificante y entonces Prabhupāda
me tendió su propia agua de coco para que bebiera. Quizá no era gran cosa, pero
a mí me llegó hasta el alma.
»Cuando volví a verle en 1973 me sentía también muy insignificante. Fue
en el templo de Brooklyn en Nueva York. Prabhupāda iba andando desde su
residencia hacia el templo y yo me encontraba de pie en un pasillo lleno de
devotos. Pensé: “Ojalá que no me vea”. Cuando pasó Prabhupāda todos le dimos
reverencias. Mantuve la cabeza en el piso rezando lo más lento que pude para
asegurarme de que pasaría de largo antes de que yo me levantara. Pero lo que no
sabía era que Prabhupāda se había detenido y me estaba esperando. Terminé mis
oraciones muy despacio y cuando me levanté me encontré los pies de Prabhupāda
enfrente de mí. Dijo: —¡Estás aquí!—, y me abrazó.
»Pero en otra ocasión Prabhupāda aplastó mi falso ego. Estaba paseando
en Denver y yo me uní a él. Yaduvara dijo:
—Prabhupāda, aquí está el trabajador del Cuerpo de Paz. Ha venido a
verlo otra vez—. En esta ocasión yo me sentía muy orgulloso pensando: “Prabhupāda
estará muy contento de verme”. Pero Prabhupāda dijo solamente: —Hm—. Eso fue todo.
»Otra vez vi a Prabhupāda en su cuarto en Nueva Órleans. En esta ocasión
entré intentando pasar desapercibido y me senté al fondo de la habitación. No
quería que Prabhupāda me viera. El lugar estaba lleno de devotos, incluyendo
muchos líderes, de modo que me escondí hacia el final. Pero Prabhupāda me vio e
hizo una pausa en mitad de su darśana.
Dijo: —Ven aquí—. Así que me
acerqué un poco. —No, aquí—. Me acerqué un poco más. Pero entonces Brahmānanda
Swami se volvió y me dijo: —¡Ven hasta aquí!—. Y al final me encontré sentado a
los pies de Prabhupāda. Él deseaba que yo me sentara allí, a sus pies.
»Sin embargo cuando iba a ser iniciado, me volví de nuevo orgulloso. Era
en 1976 y yo pensaba: —Ahora Prabhupāda estará muy satisfecho conmigo. Esto es
maravilloso—. Prabhupāda no llevó a cabo la ceremonia de iniciación
personalmente. Se encontraba enfermo, pero estaba sentado en el vyāsāsana y repartía los dulces. Yo no
estaba situado muy lejos de él así que lo miré pensando: “Aquí estoy. Voy a ser
iniciado. Prabhupāda se sentirá feliz de verme”. Levanté la vista hacia él y
puesto que me había reconocido en Nueva Orleans y en el pasillo de la calle
Henry en Brooklyn pensé: “Ahora me reconocerá de nuevo”. Recuerdo perfectamente
que eso era lo que pensaba. Y cuando lo miré, él dirigió sus ojos hacia mí y
miró a través de mí. Ni siquiera me vio. Miró a través de mí. Fue una sensación
horrible que Prabhupāda me mirara y no me viera. Ese fue el castigo más severo
que me dio, por orgulloso.
»De modo que estoy convencido de que Prabhupāda se relacionaba conmigo
del mismo modo en que yo me relacionaba con él. Cuando yo era humilde él era
amable, y cuando yo actuaba como un engreído, me ignoraba».
Entrevista con Brahmatīrtha dāsa Adhikārī
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