Śrīla Prabhupāda mostró su tolerancia y consentimiento al aceptar las a
veces inexpertas ofrendas de sus discípulos. Demostró esto ampliamente en el
Ratha-yātrā de San Francisco en 1970 al aceptar una vestimenta inusual que los
devotos le habían confeccionado. Bhāvānanda había comprado una tela de seda
importada; Nara-Nārāyaṇa compró botones de perla y los había hecho engastar en
oro, y Dīnadayādrī y Citralekhā habían trabajado meticulosamente cosiéndole una
camisa de vaquero occidental. La camisa tenía bolsillos con botones de perla.
Se suponía que el dhotī, debía hacer
juego con el conjunto, acompañado por un «sombrero Prabhupāda» hecho para la
ocasión. Cuando Prabhupāda se puso el dhotī
la tela era tan ancha que le quedaba arrastrando por el suelo. (Esto puede
verse en una serie de fotos de Prabhupāda en el Ratha-yātrā de 1970) La camisa
vaquera tenía un aspecto propio e inusual, y en cuanto al sombrero, era
demasiado pequeño y le sobresalía mucho sobre la cabeza. Pero Prabhupāda aceptó
tolerantemente y se puso la vestimenta ofrecida por sus discípulos americanos.
Entrevista con Citralekhā-devī dāsī
Es fácil
para los devotos comprender y saborear cómo Prabhupāda aceptaba regalos
inapropiados de sus discípulos y aun así los utilizaba sólo para que el
servicio devocional de sus discípulos pudiera ser aceptado por Kṛṣṇa. Pero a
veces los no devotos, viendo una foto de Śrīla Prabhupāda con ojos no
devocionales, pensaban que Śrīla Prabhupāda estaba disfrutando de las
opulencias materiales que obtenía de sus discípulos. En particular, algunos no
devotos han criticado a Prabhupāda el llevar varios anillos, o sus «relojes de
oro». En un tiempo, cuando Śrīla Prabhupāda usó dos o tres anillos, uno de
ellos era un anillo barato de graduación que le había dado un devoto, y que él
simplemente llevó durante algún tiempo como agradecimiento por el regalo.
Cuando la tecnología empezó a producir relojes digitales, Śyāmasundara Prabhu
le regaló uno a Prabhupāda; fue considerado un articulo original. Pero de hecho
el reloj nunca funcionó. Prabhupāda lo llevó por un tiempo en una de sus
maletas y finalmente lo dejó en algún lugar. Su norma general era aceptar un
regalo, usarlo (o al menos llevarlo por algún tiempo) y luego ofrecerlo como
regalo a alguno de sus discípulos. Incluso hoy en día, algunos discípulos
afortunados tienen varias joyas o posesiones de Śrīla Prabhupāda. A veces
Prabhupāda se desprendía tan rápidamente de los regalos que el donante quedaba
algo desilusionado.
Bhūrijana dāsa,
por ejemplo, le dio a Prabhupāda una pulsera de identidad con un grueso
enchapado de oro cuando Prabhupāda visitó Hong Kong. No mucho después, Prabhupāda
dio la pulsera a otro discípulo, Bhagavān dāsa Goswami y Bhūrijana se
desilusionó al principio, más finalmente llegó a verlo como otra forma de la
misericordia de Prabhupāda para con todos los devotos. Por lo tanto, alguien
que no entendiera el ánimo renunciado de Prabhupāda y sus intercambios amorosos
con sus discípulos, podía a veces mal interpretarlo al verlo llevando varios
anillos o adornos de oro. Aunque Prabhupāda era consciente del peligro de esta
mala interpretación, aceptaba en su mayor parte los varios regalos, debido a la
importancia de aceptar ofrendas como representante de Kṛṣṇa, y después las
utilizaba en el servicio de Kṛṣṇa.
En una
famosa discusión grabada en Filadelfia una periodista cuestionó a Prabhupāda
por ser recogido del aeropuerto en un automóvil opulento. Prabhupāda la
reprendió, explicando que, de acuerdo con las Escrituras, como representante de
Kṛṣṇa, él debía ser tratado tan bien como Dios. Por lo tanto, el coche
utilizado en el aeropuerto no era suficiente, sino que debería haber sido un
automóvil de oro. De esta forma Prabhupāda se burlaba de los errores de los no
devotos.
Por
supuesto, es imposible escapar de los comentarios envidiosos de la gente que no
tiene apreciación por el devoto puro. Prabhupāda hizo lo que pudo para no
darles motivo de crítica, pero aún así lo criticaban. Cuando en París Prabhupāda
conferenció como era usual desde el vyāsāsana y estudiantes radicales de La Salle Playel le
gritaron, él decidió que ya no se sentaría en tales vyāsāsanas en público, particularmente ante audiencias
sabidamente comunistas o radicales. Sin embargo, la tradición védica requiere
que el guru sea adorado y tenido en
alta estima. Sólo para adaptarse a la mentalidad envidiosa de los rebeldes,
Prabhupāda no siempre podía «descender» para apaciguarlos.
Estando Śrīla Prabhupāda hablando en su habitación, su discípula Rukmiṇī-devī
dāsī, que es zurda, estaba afanosa tomando notas de la charla de Prabhupāda. El
fenómeno de escribir con la mano izquierda le pareció muy extraño a Prabhupāda,
y finalmente lo comentó: —Escribes como Gargamuni: hacia atrás y patas arriba—.
Luego contó que una vez había visto en Calcuta a un hombre que tocaba el
armonio con los codos, los karatālas
con las rodillas, y la mṛdaṇga con
los pies. Prabhupāda parecía creer que la escritura zurda era de una categoría
similar.
Entrevista con Rukmiṇī-devī dāsī
Este
incidente, en que Prabhupāda comparó la escritura zurda con un fenómeno muy
inusual, trae a la mente el hecho de que Prabhupāda se encontró en Occidente
con muchos comportamientos, incluso en sus discípulos, que eran inusuales y
estrambóticos de acuerdo a su criterio. Los desaseados hábitos de los mlecchas eran siempre una fuente
de sorpresa y disgusto trascendental para Prabhupāda. Señalaba que en la India incluso un pobre hombre
se baña al menos una vez al día (aunque sólo sea en un grifo de la calle) y un
hombre civilizado se baña tres veces al día. Sin embargo Prabhupāda veía que en
América el bañarse era una tarea difícil. Cuando se trasladó por primera vez al
Lower East Side [el Barrio Bajo del Este, en Nueva York], vio que algunos de
sus estudiantes que vivían en apartamentos fuera, no tenían cuarto de baño, y
tenían que visitar a sus amigos, o incluso a él mismo, sólo para tomar una
ducha. En cuanto al comer, Prabhupāda comentaba a menudo la repulsiva costumbre
de los occidentales de comer un trozo de carne «de trescientos años», cocinarla
en agua hirviendo, y echarle algo de sal encima. Y cuando comen, no se lavan
las manos ni antes ni después de la comida, sino que simplemente se las limpian
en los pantalones. Prabhupāda intentó corregir todos estos hábitos sucios en
las personas que se hicieron devotos suyos. Mas, al menos en una ocasión,
Prabhupāda dijo que no había esperanza de que los devotos occidentales llegaran
plenamente a los niveles brahmínicos, ya que habían estado acostumbrados
durante tanto tiempo a esos hábitos sucios. Por tanto, Prabhupāda también
advirtió a sus discípulos que no se enorgullecieran de logros aparentes que
formaban parte de su educación en la sociedad occidental.
La
civilización en que las superautopistas son tan suaves como el terciopelo,
donde se consiguen comunicaciones instantáneas entre vastas distancias, y donde
hay tanto dinero que se puede tirar, no es en definitiva algo de lo que uno
pueda estar orgulloso, sino algo de lo que hay que desapegarse en favor de la
sociedad védica. Afortunadamente tenemos el ejemplo perfecto de Śrīla Prabhupāda,
quien probó que uno puede ciertamente vivir en climas occidentales y en
situaciones modernas sin tener que abandonar lo esencial de la vida brahmínica
de la conciencia de Kṛṣṇa. Ocupó en el servicio de Kṛṣṇa a todos —tanto a
aquellos con «rarezas» inofensivas como el ser zurdo o la inhabilidad de
pronunciar perfectamente el sánscrito, así como a quienes tenían rarezas más
fuertes, como la tendencia al cambio y a la riña —, e incluso celebraba las
actividades de sus «elefantes blancos danzantes» delante de los nativos de la India.
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