11. Una gota de sándalo sobre el Bhāgavatam


Mientras vivía en Māyāpura, la rutina de Śrīla Prabhupāda era interrumpida por visitas y noticias de los varios frentes de su campaña mundial contra māyā. Momentos particularmente bienvenidos se daban cuando Prabhupāda recibía copias por adelantado de sus libros. Pero, cuando recibió una copia del tercer volumen del Sexto Canto del Śrīmad-Bhāgavatam con su cubierta ilustrando a Śrī Saṅkarṣaṇa recibiendo adoración de Citraketu y los cuatro Kumāras, Prabhupāda la miró sólo brevemente y después siguió con su rutina. Subió a la azotea, donde se sentó al sol en una esterilla de paja. Su sirviente le dio masaje allí con aceite de mostaza; después Prabhupāda se bañó, tomó prasāda y descansó durante una hora en su habitación del piso superior. Siguiendo su hábito regular, bajó de su habitación a la azotea a las cuatro de la tarde, y recibió invitados en la sala de estar principal, en el segundo piso.

Änakadundubhi dāsa tenía un pequeño papel que jugar en la rutina diaria de Śrīla Prabhupāda, ya que cada tarde llevaba una guirnalda fresca de flores y aplicaba pasta de sándalo en la frente de Prabhupāda. El día que llegó el Sexto Canto del Bhāgavatam, Prabhupāda lo tomó de nuevo cuando bajó a su habitación. Mientras su discípulo esperaba de pie con la guirnalda y la pasta de sándalo, Prabhupāda empezó a examinar el libro como solía hacerlo, mirando primero las ilustraciones. Prabhupāda de pronto se percató de Anakadundubhi y le indicó con una mirada que podía acercarse y ponerle la guirnalda y la pasta. Y Prabhupāda continuó mirando el libro.

—¿Quién ha pintado esto? —preguntó Prabhupāda al ver la pintura de Śrī Saṅkarṣaṇa.

—Ésa la hizo Parīkṣit —dijo Anakadundubhi, que por encima del hombro de Prabhupāda miraba el libro abierto en sus manos. Prabhupāda entonces pasó la página. Una lámina reproducía a Mahā-Viṣṇu descansando en el Océano Causal, manifestando todos los universos de Su gigantesca forma.

—Y ésta ¿quién la pintó? —preguntó Prabhupāda­.

—Ésa es de Raṇcora dāsa —dijo Anakadundubhi. Prabhupāda empezó entonces a citar de la Brahma-saṁhitā:

yasyaika-niśvasita kālam athāvalambya
 jīvanti loma-vilajā jagad-aṇḍa-nāthāḥ
viṣṇur mahān sa iha yasya kalā-viśeṣo
 govindam ādi-puruṣaṁ tam ahaṁ bhajāmi

Prabhupāda iba a pasar a la siguiente ilustración, cuando de improviso de su frente cayó una gota de pasta de sándalo en la página del Bhāgavatam. Anakadundubhi quedó espantado, esperando que Prabhupāda lo reprendiese por haber hecho la pasta tan diluida que había goteado en el libro. Pero Prabhupāda sólo la tocó con la uña del pulgar y preguntó: —¿Qué es esto?—. Anakadundubhi le explicó, pero Prabhupāda no dijo nada. Comúnmente, la pasta demasiado líquida hubiera sido bastante para provocar una palabra de reprimenda de Śrīla Prabhupāda, pero él estaba tan embebido en el Bhāgavatam que continuó su examen del libro, pasando por alto la mancha de sándalo que ahora adornaba la página.
Entrevista con Anakadundubhi dāsa

Un lector podría preguntar: «¿Qué sentido tiene esta anécdota?». El punto puede establecerse de la siguiente manera: Śrīla Prabhupāda estaba tan absorto en apreciar el volumen recién publicado del Bhāgavatam que disculpó una discrepancia provocada por su sirviente, y disculpó también que el libro hubiera sido manchado; es un retrato de Prabhupāda en concentración extática. Pero, buscando justificar esta y otras anécdotas, me gustaría decir que el verdadero punto de la anécdota es su atractivo y el hecho de que nos da una imagen de la vida de Prabhupāda. Todo lo que nos permita introducirnos íntimamente en la presencia de Prabhupāda es de por sí completamente digno de ser oído; el mandamiento védico se mezcla con la presentación personal de Prabhupāda del mandamiento. En otras palabras, él corporifica el mandamiento védico con su propia actividad. Investigando en la literatura inglesa para encontrar precedentes de libros de anécdotas, encontré un interesante ensayo: Disertación sobre las Anécdotas de Isaac D’Israeli, un autor del siglo dieciocho. Su apreciación de la fuerza única de la anécdotas puede aplicarse perfectamente en el caso de los pasatiempos de Prabhupāda. D’Israeli escribe que aunque es posible que a veces los escritores de anécdotas relaten incidentes demasiado diminutos y triviales al describir a una persona histórica, si la persona es realmente grande, incluso muchos de sus mínimos actos son siempre muy iluminativos y dignos de atención.
«Por mi parte —escribe— estaré encantado de disponer de una buena vida de Homero, o Platón, Horacio o Virgilio, y sus iguales. En estos casos los detalles más pequeños no dejarán de interesarme». (Sin embargo dice que no está interesado ni siquiera en los hechos más importantes de las vidas de personas que en realidad carecen de grandeza.) En nuestro caso, escribiendo de Śrīla Prabhupāda, confiamos en que su estatura es de las más altas, ya sea considerado humana o espiritualmente, y de esta manera, debemos confiar que si contamos bien cualquier anécdota sobre Prabhupāda, esta será valiosa. Ya he dicho en el prefacio a la primera parte, sin embargo, que tales consideraciones de etiqueta deben aplicarse al describir al maestro espiritual. Y cuando he seguido adelante y he contado una anécdota que posiblemente esté mal construida, he intentado explicarla más completamente en estas notas. Antes de dejar el discurso de D’Israeli sobre las anécdotas, me gustaría exponer un poco más de sus citas para ayudarnos a apreciar más el beneficio de leer sobre Prabhupāda valiéndonos del medio anecdótico. Aunque estas reflexiones de un hombre de letras del siglo dieciocho no tenían la intención de referirse exclusivamente a las descripciones de un devoto puro del Señor, podemos felizmente valernos de ellas si a la hora de meditar pensamos en las anécdotas sobre Śrīla Prabhupāda.
«Un lector inteligente descubre frecuentemente (gracias a las anécdotas) trazos que parecían ocultos. No percibe estos toques casi imperceptibles en los amplios lienzos de la historia, sino en esos retratitos que a veces llegan a la posteridad. Adquiere más conocimiento de los individuos por medio de memorias que por la historia. En la historia hay majestuosidad, que nos mantiene distantes de los grandes hombres; en las memorias hay familiaridad, que nos invita a acercarnos a ellos. En la historia nos vemos sólo como uno que se añade a la multitud para verlos pasar; en las memorias somos como espías ocultos que se detienen en cada detallito y toman nota de cada pequeña expresión. Una anécdota bien elegida frecuentemente revela un carácter más felizmente que una elaborada delineación, tal como una simple ojeada a veces nos descubrirá lo que, a plena luz, se nos había escapado.
Por eso, no podemos acumular un número demasiado grande de tales hechos pequeños. Sólo mentes irreflexivas se lamentan de que recojamos tantas anécdotas. ¿Por qué el conocimiento humano es imperfecto, y no dispone de años suficientes para permitirnos estudiar la infinita naturaleza? La naturaleza humana, como una gran máquina, no se puede entender mirando su superficie, sino adentrándonos en sus diminutos resortes y ruedecitas. Que no se nos diga más que las anécdotas son objetos pequeños para mentes pequeñas».

Isaac D’Israeli

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