Un muchacho californiano, David Shapiro, quedó atraído a Śrīla Prabhupāda
por medio de sus libros y por la compañía de los devotos. Se trasladó al templo
de Los Ángeles en una época en que Śrīla Prabhupāda estaba allí de visita, pero
por desgracia la madre de David se puso violenta al ver que el hijo que ella
había criado había elegido convertirse en devoto consciente de Kṛṣṇa. Era
periodista, y emprendió una campaña escribiendo cartas contra el movimiento
para la conciencia de Kṛṣṇa. Escribió cartas a los periódicos y también a los
departamentos del gobierno, quejándose de que su hijo estaba llevando una vida
demasiado renunciada en la conciencia de Kṛṣṇa, y sintió que esto eran malos
tratos. David intentó calmarla, pero no lo hizo muy bien. Casi siempre se
ocupaba en fregar ollas en la cocina del templo, o salía con un grupo a cantar
al centro de la ciudad, y no se acordaba, o no se tomaba la molestia, de llamar
a su madre. En el templo, los devotos tampoco ayudaban mucho, pues a veces se
olvidaban de avisarle que su madre había llamado. La madre de David, en su
campaña postal, escribió cartas también a Śrīla Prabhupāda. Prabhupāda contestó
a una de sus cartas, pero ella no estaba interesada en dialogar o considerar el
beneficio espiritual de su hijo, que Śrīla Prabhupāda le describió. Ella quería
solamente que su hijo volviese.
Opinando que el templo de Los Ángeles podría verse en problemas a causa
de esta mujer, el presidente del templo le pidió a David que dejase el templo.
Aunque David era un devoto sumiso, se negó a irse y empezó a llorar: —No estoy
iniciado. Llevo un año en este movimiento y no estoy iniciado; no tengo ninguna
conexión con mi maestro espiritual. ¿Cómo puedo irme del templo sin esta
conexión? ¡Quizá no vuelva nunca!—. Tanto el presidente del templo como David
estaban confundidos. Se informó entonces a Prabhupāda de cómo el joven no
quería irse, y él lo llamó a su habitación.
David fue a las habitaciones de Prabhupāda y se postró ante él, mientras
Prabhupāda tomaba prasāda.
Prabhupāda le habló dulcemente: —Parece que tienes alguna dificultad con
tu madre.
—Sí, Śrīla Prabhupāda.
—Está bien —dijo Prabhupāda—. He decidido iniciarte.
Entonces, en aquel mismo sitio, sin ninguna de las ceremonias formales
requeridas, Prabhupāda dio a David su nuevo nombre, su nombre espiritual.
—Ahora tu nombre es Nṛsiṁhānanda dāsa. ¿Te parece bien?
—Sí, eh... —David difícilmente podía hablar.
Prabhupāda continuó: —Te doy este nombre, Nṛsiṁhānanda, porque gracias a
Él estarás siempre protegido de tus padres.
Prabhupāda ofreció entonces a Nṛsiṁhānanda un poco de prasāda de su plato, y agregó: —Ahora
puedes irte a casa y quedarte allí algún tiempo. Eso te vendrá muy bien. Creo
que podrás hacer prasāda vegetariano
allí, ¿no?
—Sí —dijo Nṛsiṁhānanda.
—Puedes pasar un tiempo en tu casa, y luego venir de vuelta —dijo
Prabhupāda.
Nṛsiṁhānanda entendió el deseo de Prabhupāda, y tenía fe en que
funcionaría. —Gracias, Śrīla Prabhupāda —dijo, y salió.
Así regresó David Shapiro, ahora Nṛsiṁhānanda dāsa Brahmacārī, a casa de
su madre. Diez meses después, cuando tanto el hijo como la madre habían
conseguido una visión más madura de la conciencia de Kṛṣṇa, Nṛsiṁhānanda volvió
a unirse al movimiento de Prabhupāda, esta vez para quedarse.
Entrevista con Nṛsiṁhānanda dāsa
Maravilloso, Jay Srila Prabhupada!!!
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