2. Gotitas de néctar - Diamante en el ojo de Prabhupāda

En San Francisco, en 1967, Śrīla Prabhupāda elevó sólo gradualmente las normas de sus seguidores. La mayoría de ellos no eran más que hippies que lo pasaban bien co­miendo y cantando en el local. Justo al lado del templo había una heladería, y en la esquina una cafetería, ambas frecuentadas por los devotos. A menos que hubiese un programa especial en el templo, muchos de los devotos podían ser encontrados en alguno de los dos locales. Por eso, cuando Prabhupāda bajaba de su apartamento, a veces pasaba muy despacio frente a la heladería para ver si algu­nos de sus seguidores estaban allí. Luego iba a la cafetería y miraba por la venta­na. Los «devotos» incluso se escabullían ba­jo sus asientos para no ser localizados por la mirada de Śrīla Prabhupāda. Más de una vez, en la clase de la tarde, Prabhupāda mencionaba que los devotos no van a heladerías ni comen roscas sino únicamente kṛṣṇa-prasāda.

Desde el principio mismo de su prédica en América, Śrīla Prabhupāda solía animar a sus devotos a tomar parte en el éxtasis devo­cional del canto y el baile. A veces durante las caminatas de las mañanas, le preguntaba a cada de­voto:
­—¿Cantaste anoche?—, refirién­dose al kīrtana en el templo.
—Traté de hacerlo, pero no había mucho espacio—contestó un devoto.
Gargamuni dijo: —Yo no, porque tenía mie­do de llorar.
Sin duda alguna, estas obser­vaciones de sus discípulos contenían emocio­nes neófitas, sin embargo Śrīla Prabhupāda las contestó seriamente.
—Cuando estés entre personas corrientes no debes llorar, porque ellos no comprenderían —explicó—. Pero cuando te encuentres entre devotos sí puedes llorar, por­que sabrán que estás llorando por Kṛṣṇa.
Y Prabhupāda mostró también este llan­to. En una fiesta de domingo, los devotos representaron la obra de teatro de Nārada Muni rescatando al cazador Mṛgāri. Viṣṇujana dāsa hacía el papel de Nārada, y cuando empezó a recitar los versos del Guru-aṣtaka [las oraciones al maestro espiritual] todo el mundo pudo no­tar algo que brillaba en el ángulo del ojo de Prabhupāda. Tenía una lágrima en el ojo, pe­ro era particularmente brillante, como un diamante. Después de que Prabhupāda salió del templo, muchos de los devotos comentaron: —¿No viste el diamante en el ojo de Prabhupāda?
Entrevista con Nandarāṇī devī dāsī y Umāpati dāsa

Prabhupāda dio muchas advertencias enérgicas de que tales emociones lacrimosas nunca deben ser imitadas o inducidas; no debemos llorar como los sahajiyās (seudodevotos), cuyas lágrimas lavan los mandatos de las Escrituras. El verdadero llanto está descrito en El Néctar de la Devoción:

En otras palabras, uno de­be aprender a llorar por el Señor. Debe aprender esa sencilla técnica, y debe estar muy deseoso —y de hecho llorar— para llegar a estar ocupado en un tipo particular de servicio. Eso es llamado laulyam, y esas lágrimas son el precio de la más elevada perfección.

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