18. Realizaciones - ¿No comprendes que quiero que hagas algo útil?



Hay tantas maneras de glorificar a Prabhupāda... tantas maneras de hablar de él y tanto que decir. Prabhupāda era ilimitado. Es ilimitado. Todo lo que hizo siempre fue ilimitado. Nadie es capaz de entender la profundidad de las acciones y las palabras de Prabhupāda. Es algo inconcebible. A veces algunos devotos me dicen: ¡Qué suerte tienes de haberte asociado personalmente con Prabhupāda! Y yo suelo responder: —Sí, claro—, por no entrar en mayores discusiones. No quiero decir que no tuviera suerte. Fui muy afortunado. Pero no siento que yo me haya asociado personalmente con Śrīla Prabhupāda. Tal vez resulte difícil entender cómo puede uno estar mucho tiempo con alguien y sin embargo no asociarse con él personalmente, pero como nunca pude comprender a Prabhupāda no podría siquiera comenzar a concebir cómo asociarme con él personalmente.

A menudo sentía muchos celos de Hari-śauri porque cuando ambos nos sentábamos junto a Śrīla Prabhupāda, Śrīla Prabhupāda hablaba con él como si se tratara de un viejo amigo. Y yo lo envidiaba terriblemente porque Śrīla Prabhupāda nunca me hablaba a mí de ese modo. Tamāla Kṛṣṇa Mahārāja se sentaba frente a Prabhupāda y discutía con él sobre todo tipo de cosas, y yo le tenía envidia porque Śrīla Prabhupāda nunca me hablaba así a mí. Y cuando Śrīla Bhāvānanda Mahārāja iba a ver a Prabhupāda, éste lo trataba todo el tiempo de un modo encantador, mientras que a mí todo lo que me hacía era darme con el mazo en la cabeza. Siento envidia porque todos tenían una relación muy profunda con Śrīla Prabhupāda, y yo ni siquiera podía entender muy bien esa relación. Todo lo que sé es que cada vez que me acercaba a Prabhupāda, él tomaba su mazo y me lo daba por la cabeza. Y así siempre.

Es muy difícil de entender, porque cuando fui secretario intenté imitar a todos los secretarios anteriores y lo único que conseguí fue ser aplastado en pedazos. Cuando era sirviente intentaba imitar a los anteriores sirvientes, pero nunca funcionaba. Cuando era GBC e iba de visita, imitaba a otros GBC cuando iban de visita, pero tampoco. Ni siquiera pude estar presente cuando Prabhupāda iba a dejar este mundo. No formaba parte de ello. No tomé parte en las actividades durante la aparición de Prabhupāda en Occidente ni tampoco en las actividades durante su desaparición del universo manifestado.

Siempre lamenté ser tan estúpido y perder el tiempo en la universidad en 1969, sin hacer nada, mientras Śrīla Prabhupāda estaba abajo, sentado en mi dormitorio. Yo pasé por enfrente. Ni siquiera me enteré. No lo vi a él. No vi a los devotos. No vi nada. Tan sólo crucé frente a mi habitación. No lo vi a él. No vi a nadie. No vi nada. Jamás oí hablar de ello. Hasta que cuatro años más tarde, la persona con la que vivía me dijo:     

—¿Recuerdas al Swami que estaba en nuestra habitación aquel día?—. Yo le pregunté: —¿Qué Swami?—. Cuando más tarde le comenté esto a Śrīla Prabhupāda, él se echó a reír. Entonces le pregunté: —¿Por qué no lo pude ver entonces?—. Él contestó: —No estabas preparado—. Bajé la cabeza.

Y recuerdo que cuando Prabhupāda nos estaba dejando, yo quise estar allí. Pero había tantas cosas... enormes pleitos en los tribunales. Prabhupāda era feliz cuando yo le llevaba libros, así que quería imprimirle muchos libros... y allí estaba yo siempre corriendo de una imprenta a otra. Y cuando acababa de conseguir otro montón de libros para llevarle, va y desaparece. Yo no formaba parte de las actividades de Prabhupāda, ni pienso que jamás me haya asociado personalmente con él. Y el día en que desapareció tampoco formé parte. Siempre quise comprender el porqué, hasta hoy que lo estoy comprendiendo por primera vez al oírlos a ustedes. Esto ha sido muy instructivo para mí.

En enero de 1976 Prabhupāda me echó; y me dio una lección por la que lo recordaré para siempre. Él siempre me maceaba por lo mismo: porque yo siempre insistía en estar con él personalmente y no entendía sus instrucciones.

—¿Por qué estás tan apegado a esta mal llamada «asociación personal»? ¿No comprendes que vāṇī [la instrucción] es más importante que vapuḥ [la presencia física]? ¿No comprendes que quiero que hagas algo útil?

Pero yo siempre intentaba volver junto a Śrīla Prabhupāda, incluso cuando me había echado de su lado para que hiciera algún servicio más útil para él. Ahora lo entiendo. Esa fue la última vez que me echó. No iba a conseguir esa relación personal que siempre quise tener. Siempre me echaba. Un criado. Una vez, estando en Nueva Māyāpura (Francia) en agosto de 1976, intenté volver a asociarme con Prabhupāda a la fuerza. Pero después de haber trabajado como su secretario durante tres días, Prabhupāda me pidió que le escribiera una carta. De cada dos palabras, una la escribí mal. Siempre he tenido una ortografía horrible. En vista de lo mal que lo hacía él quiso quitarme de en medio y ¿por qué no usaba un diccionario?. Entonces busqué a un devoto para que me ayudara con la redacción. La carta estaba tan mal escrita que hubo que hacerla de nuevo. Y cuando le dije a Śrīla Prabhupāda:

—¡Pero Śrīla Prabhupāda, todos sus secretarios tenían mala ortografía! ¡Yo los he visto! ¿Por qué me castiga a mí por hacer faltas y ahora me echa?—. Y yo seguía insistiendo. Me maceaba por todo. Y cuanto más enfadado estaba él, más yo me resistía a dejarlo.

—No pienso irme. Me niego—. Eso se convirtió en una batalla.

—¡Vete!

—No, no lo haré.

Y entonces más mazo, más mazo y más mazo... Hasta que un día, al final de toda esta tunda aquí en Vṛndāvana llegué y le dije:

—¡Está bien, me marcho, ya no aguanto más!

Y él respondió: —¡No es que tú te vas! ¡YO TE ECHO!

Hasta el último momento me estuvo diciendo:   
     
—Fuera. Vete de aquí. Sirve para algo.

—No quiero volver. Hay demasiados problemas en Europa oriental.

—No me importa lo que hagas. Siéntate en tu habitación y canta Hare Kṛṣṇa. Pero quédate allí.

—¿Y cómo voy a atravesar Rusia solo? Además no tengo una buena asociación y nadie querrá venir conmigo; es demasiado peligroso.

—Entonces ve solo. Y cuidado con tu así llamada «buena asociación»—. Prabhupāda siempre contradecía mis argumentos. Y en otra ocasión:

—Allí no hay nada para comer, Śrīla Prabhupāda.

—Pues entonces come carne.

—¿Pero qué pasará con mi conciencia?

—Al diablo con tu conciencia. ¡Tienes que predicar!—. Siempre me confundía. Era inflexible. Quería que trabajara: eso era todo.

—Imprime mis libros. Distribuye mis libros. ¡Predica! Eso es todo. No vuelvas aquí arrastrándote por el piso queriendo sentarte frente a mí sólo para mover los dedos.

Me fui. Repitiendo estas últimas palabras pasé a máquina todos sus libros, totalmente feliz. Esto es lo que él quiere. Es muy insistente.

Y porque seguramente soy muy sentimental, no creo que hubiera podido presenciar su desaparición. Incluso hasta hoy no he querido ver una fotografía ni oír hablar sobre cómo fue. Y por lo mismo ni siquiera he visto la película de Yaduvara. (Yo sé que a él esto no le gusta, pero no puedo remediarlo.) No sé; soy demasiado sentimental. Me es imposible. Prabhupāda me conocía perfectamente y me trataba de una manera única para evitar ese sentimentalismo mío y para hacer que me apegara a sus enseñanzas. Prabhupāda nos trataba a todos y a cada uno de un modo perfecto. A cada devoto. De un modo único. Nadie puede decir que sea capaz de describir completamente a Prabhupāda. No se puede conocer ni siquiera una parte él, porque su manera de tratar a las personas en cada circunstancia era única y maravillosa. Como Kṛṣṇa. Nadie puede conocer totalmente a Kṛṣṇa. Sus glorias son ilimitadas. En la forma de actuar de Prabhupāda podemos ver cómo manifestaba sus śaktis, sus energías, consiguiendo que los devotos de todo el mundo hicieran cosas inconcebibles. Inconcebibles.

Nunca olvidaré lo que Satsvarūpa dāsa Goswami escribió sobre el carisma en su editorial de la revista De vuelta al Supremo. Un jefe de policía de Nueva York le dijo: —¿Sabe por qué este festival fue un éxito? Porque el Swamiji lo quiso. Porque él quiso que fuera un éxito—. Todos conocemos la fuerza de Prabhupāda y la manera en que nos obliga a seguir avanzando más y más.

Poco a poco, a medida que pasan los años, voy entendiendo que el vāṇī de Prabhupāda es el propio Śrīla Prabhupāda. Ahora me siento más feliz, aunque si pudiera me echaría a sus pies de loto y le rogaría: —¡Lléveme con usted!

Pero en ISKCON tenemos esta responsabilidad a pesar de nuestros sentimientos de separación. En cualquier circunstancia sigamos: sigamos imprimiendo, sigamos distribuyendo, sigamos construyendo, sigamos trabajando en equipo para que podamos masajear todos juntos el cuerpo trascendental de Śrīla Prabhupāda. Cada uno de nosotros tiene una parte de su cuerpo para poderle dar masajes y hacer que se sienta cómodo y satisfecho. Unos lo masajean de una forma, otros de otra, pero siempre de manera que sea agradable a Śrīla Prabhupāda. Y en eso debería consistir toda nuestra satisfacción.

Conferencia de Harikeśa Swami

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