Śrīla Prabhupāda Uvāca 107
Octubre
de 1974; Māyāpura, India;
ISKCON
Māyāpura Candrodaya Mandir
Cuando
cayó la noche sobre nosotros, mis hermanos espirituales continuaban zumbando
por ahí, discutiendo el incidente de la víbora que había ocurrido durante el
día. Todos estaban preocupados por el paradero y las intenciones de la cobra
escapada, cuya pareja había sido ejecutada. Todos sabíamos de la habilidad de una
víbora para tomar venganza, en especial si alguien había asesinado a su esposo.
Finalmente,
salí de la habitación de Śrīla Prabhupāda y me dirigí a los cuartos de
servicio, para descansar. Nitai prabhu y yo tendimos nuestras esteras en el
piso. Nos preocupaba la víbora fugitiva, pero no lo bastante como para perder
el sueño. Agotados por la excitación del día, apagamos nuestras luces, listos
para la nesciencia. La habitación no era muy grande, y con nosotros dos en el
piso, no quedaba mucho espacio entre nosotros, lo cual no impidió que Pradyumna
prabhu deslizara su parafernalia de dormir entre nosotros dos. Opinaba que si
andaba una víbora por ahí, al menos él estaría a salvo, emparedado entre los
dos. Demasiado cansados para preocuparnos por eso, Nitai y yo dormimos
cómodamente esa noche, pese al gentío. A la mañana siguiente, estábamos vivos;
nadie había sido picado por la víbora.
Nuestras
actividades diarias transcurrieron como era habitual. Esa noche, fui al
dormitorio de Śrīla Prabhupāda para darle su masaje. Ofrecí reverencias y
comencé a friccionar suavemente sus pies de loto. Siempre había mucha
tranquilidad y paz en Māyāpur, a la noche. Era un sitio excelente para que Śrīla
Prabhupāda se recuperara de su reciente enfermedad en Vṛndāvana. Me senté allí,
embriagado por mi entorno, contemplando a Śrīla Prabhupāda como el centro del
universo. Me sentía completamente relajado como si me estuvieran dando masajes
a mí, en vez de estar haciéndolo yo. No podía dejar de referirle a mi glorioso
maestro espiritual, la noche asombrosa que había pasado.
Comencé, “Śrīla
Prabhupāda, anoche, cuando fuimos a descansar, Pradyumna se deslizó entre Nitai
y yo, para que la víbora no lo mordiera”. Śrīla Prabhupāda comenzó a reírse y
dijo, “Sí, esto está muy bien. En realidad, hay una historia que me contó mi
hermano espiritual Dāmodara Mahārāja. Ocurrió en una villa, cerca de aquí. Él
dijo que había un niño y que ese niño había sido condenado por alguien a ser
mordido por una víbora. Eran cinco los miembros de la familia, y cuando se
fueron a descansar, rodearon al infante para protegerlo de cualquier víbora
potencial. El niño yacía en el medio del lecho, rodeado por toda la familia.
Una noche, la víbora entró en su habitación y reptó sigilosamente alrededor de
cada uno de los miembros de la familia y mordió a la criatura, y la mató”.
Śrīla Prabhupāda
continuó, “Así pues, así actúa la víbora. Si estás destinado a ser matado por
una víbora, no importa qué clase de protecciones trates de implementar. La
víbora te matará. Pero a nosotros no nos preocupan esas cosas. Si Kṛṣṇa quiere
protegerte, nadie podrá dañarte y si Él quiere matarte, nadie podrá salvarte”.
Continué masajeando a Śrīla Prabhupāda hasta que me ordenó, “Está bien, ve a descansar”. Ofrecí reverencias y salí de su dormitorio, sintiéndome completamente a salvo. Colgado de esos dorados pies de loto, fragantes como el árbol de madera de sándalo, situado en el centro del universo, hallé el refugio de todo peligro.
Continué masajeando a Śrīla Prabhupāda hasta que me ordenó, “Está bien, ve a descansar”. Ofrecí reverencias y salí de su dormitorio, sintiéndome completamente a salvo. Colgado de esos dorados pies de loto, fragantes como el árbol de madera de sándalo, situado en el centro del universo, hallé el refugio de todo peligro.
Śrīla Prabhupāda,
oro porque siempre me permita permanecer en contacto con sus valientes pies de
loto. Este mundo es un sitio peligroso, pues las cobras de la duda y la
tentación pasan por mi conciencia a diario. Usted las mata fácilmente. Por
favor, sea misericordioso conmigo, escúdeme contra las serpientes que
constantemente invaden mi corazón. Tomo refugio en sus heroicos pies de loto.
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