Tal como la prédica de Prabhupāda, su canto era constante. En Toronto
(Canadá), mientras hablaba con unos profesores, Prabhupāda recitaba
silenciosamente el mantra Hare Kṛṣṇa
mientras ellos se extendían en su perorata académica.
En una ocasión, cuando Prabhupāda alentaba a sus discípulos a cantar
Hare Kṛṣṇa mientras compartía con ellos una fiesta de prasāda, uno de los devotos inquirió: —Pero Swamiji ¿cómo vamos a
cantar y comer al mismo tiempo?
—Canta entre cada bocado —afirmó Śrīla Prabhupāda.
Podemos oír el canto de japa
de Śrīla Prabhupāda en una grabación. Él cantaba rápido, y decía que las
dieciséis rondas pueden completarse en una hora y media o dos.
Durante una iniciación comentó que cantar una ronda debía llevar entre
cinco y seis minutos, aunque admitió que al principio eso puede no ser posible.
Cuando un devoto confesó que le era difícil cantar y mantenerse despierto, Prabhupāda
replicó que tenía que hacer como él, que caminaba en su habitación mientras
cantaba japa a la tarde.
A las 4 o 5 de la mañana, después de completar el dictado del Śrīmad-Bhāgavatam,
Prabhupāda se quedaba sentado y cantaba japa.
No cantaba en voz muy alta, pero a veces en la habitación contigua uno podía
oír algo, especialmente el «Rāma, Rāma». Luego a la tarde a veces decía que le
quedaban algunas rondas por cantar, y empezaba a pasar las cuentas.
Nosotros entendimos siempre que estas declaraciones de Prabhupāda acerca
del canto de sus rondas prescritas eran para nuestro propio beneficio, y
siempre fueron un estímulo para nuestro hábito regulativo.
Él murmuraba «Hare Kṛṣṇa» en cualquier circunstancia, o decía harer nāma, harer nāma, harer nāmaiva
kevalam con gran sentimiento y expresión.
Durante las clases, cada vez que Prabhupāda decía el mahā-mantra, toda la audiencia de
devotos repetía palabra por palabra al unísono con él. Él nunca pidió que lo
hiciéramos, sino que era una respuesta espontánea. Los devotos no podían
resistir la oportunidad de cantar con él. En los aviones él frecuentemente
cantaba Hare Kṛṣṇa por largos períodos, de manera apenas audible, moviendo los
labios y pasando las cuentas con brío, a veces haciéndolas sonar dentro de la
bolsa. A veces en las caminatas de las mañanas en vez de hablar sólo cantaba japa y los devotos entusiastamente se
unían a su canto.
Cuando Prabhupāda hablaba acerca del canto, eso también era otra
forma de cantar. Él recomendaba el canto de Hare Kṛṣṇa, y a veces al hacerlo se
sobrecargaba de emoción y su voz subía de tono: —Simplemente les pedimos a
todos ¡por favor, canten Hare Kṛṣṇa!—. En esos momentos, cuando Prabhupāda
ponía toda su energía en pedirles a todos que cantaran, podíamos entender que
el canto del mantra Hare Kṛṣṇa era el
summun bonum de la vida. Por eso
frecuentemente en sus clases él lo recalcaba fuertemente: —¡Por favor, canten
Hare Kṛṣṇa!—. Y después decía que hay personas tan desafortunadas que no pueden
hacer algo tan simple como esto. (Él recordaba una caricatura en que un hombre
le pedía a su esposa: —¡Canta, canta, canta!— y la esposa se negaba: —¡No
puedo, no puedo, no puedo! [¡Can’t,
can’t, can’t!]).
Las cuentas de japa de Śrīla
Prabhupāda eran de tulasī color
castaño. Frecuentemente pedía que le cambiaran la bolsa azafrán y le dieran la
otra limpia. Él les daba a sus sirvientes el extático servicio de pasar sus
cuentas de una bolsa a otra. Ciertamente era un maestro en el canto de Hare Kṛṣṇa
y sus seguidores estaban siempre ansiosos de formar parte con él de su puras
actividades empoderadas de cantar Hare Kṛṣṇa y distribuirlo a todo el mundo.
Satsvarūpa dāsa Goswami
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