35. Personal - Su indiferencia y desapego



Prabhupāda nunca carecía de interés por cualquier cosa que estuviera relacionada con el movimiento de conciencia de Kṛṣṇa. Si a veces no respondía a la pregunta de un discípulo, era una muestra de su gravedad, instruyéndonos con su indiferencia.

Era indiferente a su propia salud y en su deseo de propagar la conciencia de Kṛṣṇa no descansaba lo suficiente para alguien de su edad. Estaba siempre viajando porque no podía permanecer indiferente a las almas caídas ni a sus discípulos. Gracias a su prédica y a sus viajes había creado el movimiento internacional para la conciencia de Kṛṣṇa y se había colocado en el centro del movimiento como su defensor, así que no podía mantenerse al margen. Decía que cuando a un cuerpo se le corta un dedo, el cuerpo entero sufre. Cuando el templo de Argentina fue cerrado por el gobierno, Prabhupāda se preocupó y escribió en sus significados Bhaktivedanta que estaba preocupado del mismo modo que Vasudeva: Vasudeva sabía que su hijo Kṛṣṇa no podía ser lastimado, pero esa ansiedad era producto de su estado extático de protección paternal.

A Prabhupāda no le importaban los comentarios negativos sobre la conciencia de Kṛṣṇa que aparecían en los periódicos, sobre todo porque veía su lado positivo: los periódicos mencionaban a Kṛṣṇa. Se ocupaba de muchas cosas, sin embargo en el nombre de Kṛṣṇa era también indiferente. Aunque entraba constantemente mucho dinero, a Prabhupāda no le interesaba poseer nada. Decía que sus derechos de autor por haber escrito tantos libros era tomar dos capātīs al día. Estaba desapegado de la mansión Fisher que compramos en Detroit al igual que de las otras mansiones. Le eran indiferentes los libros que se escribían acerca de él. Sólo quería que se glorificara a Kṛṣṇa. Tampoco estaba demasiado interesado en conocer a las grandes personalidades del país. Cuando alguien le decía: —¿Por qué no intenta entrevistarse con el presidente Nixon y le dice estas cosas?—, Prabhupāda respondía: —¿De qué serviría?—. Estaba preparado para reunirse con el Papa, pero cuando sus agendas no coincidían tampoco lo buscaba. Sabía que posar en una foto con un jefe de estado no significaba nada.

Y por supuesto era indiferente a los encantos de las mujeres. Veía a sus discípulas como hijas y nietas y respetaba su servicio hacia él. Y aunque las veía como almas espirituales, no se  reunía tanto con ellas como con sus discípulos hombres. No le interesaba sentarse con mujeres o mirarlas para disfrutar con ello.

Era indiferente a cualquier invitación para visitar las ciudades a las que viajaba. No deseaba ir a los centros de las ciudades, ni a los lugares turísticos, ni a los centros comerciales, y jamás iba al cine o a competiciones deportivas de ninguna clase. Le gustaban los parques porque podía pasear cantando japa por las mañanas, y también las grandes salas de reuniones de las ciudades si había allí una audiencia que quisiera oírle hablar sobre la conciencia de Kṛṣṇa. O le interesaba un edificio como posible compra para ser convertido en un templo. Pero aunque visitó ciudades seductoras como Nueva York, Londres o París, jamás le interesó ir a las bibliotecas, palacios, museos o visitar las bellezas naturales como cuevas, cataratas, playas o montañas. Esas cosas no tenían ningún atractivo para él. Prefería una sencilla habitación con una mesa baja para poder hablar con invitados o estar con los devotos y poder así difundir la conciencia de Kṛṣṇa. Pero si por su servicio se veía atrapado en situaciones de opulencia o distracción, se volvía indiferente a la circunstancia.


Sobre todo durante los primeros años en América, Prabhupāda era indiferente al hecho de que sus anfitriones en Pennsylvania comieran carne o que se tuviera que trasladar a un infierno del mundo material conocido como el Bowery. Era indiferente al hecho de que sus discípulos hubieran sido pecadores antes de convertirse en devotos. En tales situaciones, él aceptaba y toleraba y estaba desapegado incluso del deseo de encontrarse en entornos más espirituales como son los lugares santos. Le era indiferente que un lugar fuera o no santo siempre que pudiera predicar en él.

Su dieta era sencilla y no estaba interesado en las comidas especiales que podían ofrecerle los italianos, los franceses o los norteamericanos. Incluso dentro de la dieta hindú, que era su preferida, no le gustaba tomar comidas extravagantes, sino cosas sencillas como arroz simple, dāl, capātīs y sabjī.

Le era indiferente la ropa y no le gustaba lucir bufandas llamativas, cādars llenos de colorido o zapatos, abrigos y sombreros especiales. Siempre mantuvo su sencilla ropa de sannyāsī. En cambio sí le gustaban las ropas alegres para las Deidades de los templos y las oportunidades de gastar dinero en la construcción de edificios maravillosos o en nuevas maneras de propagar la conciencia de Kṛṣṇa, como los dioramas (las exhibiciones de estatuas de pasatiempos de Kṛṣṇa y pasajes de la filosofía). También le gustaba y apreciaba la máxima calidad en la impresión de sus libros y en la reproducción en color de las pinturas. En estas cosas, incluso en su aspecto mundano, Śrīla Prabhupāda era un conocedor, alguien que sabía apreciar la calidad, y pedía a sus devotos que compitieran en el mercado para conseguir lo mejor y al mejor precio; debían obtener los mejores negocios y los mejores productos para utilizarlos al servicio de Kṛṣṇa.

Satsvarūpa dāsa Goswami

1 comentario:

  1. Son maravillosas éstas descripciones del carácter de Srila Prabhupada. Yaja!

    ResponderEliminar