Śrīla Prabhupāda Uvāca 113
8
de octubre de 1974; Māyāpura, India;
Māyāpura
Candrodaya Mandir
Esta tarde
recibí un telegrama excitante. Mi esposa tuvo un bebé varón el 6 de Octubre
pasado, a las 4.15 a .m.
Lo consideré especialmente auspicioso porque el Maṅgala Aratika comenzaba a las
4.15 a .m.
aquí en Māyāpur. De inmediato corrí hacia la habitación de Śrīla Prabhupāda y
ofrecí mis reverencias. Sonriendo ampliamente, exclamé, “Śrīla Prabhupāda, ¡mi
esposa acaba de dar a luz un varón!”. Śrīla Prabhupāda me devolvió la sonrisa y
dijo, “Muy bien. Puedes llamarlo Māyāpuracandra”. Comenzó a reírse y continuó, “¡Māyāpuracandra!”
No encontrarás ese nombre en ninguna parte del śāstra. Lo inventé yo. Hallarás Navadvīpa Candra y Nadir Nimai,
pero no hallarás este nombre en ninguna parte”.
Continuó, “Así
pues, te daré algo de dinero. Haz que uno de los muchachos vaya a Navadvīpa a
comprar un juego de tobilleras de plata y brazaletes para él”. Aún abrumado, no
consideré el rehusarme a su oferta.
Cuatro
meses después (9 de Febrero de 1975), Śrīla Prabhupāda se detuvo en Nueva Dvārakā
por dos días, camino a la ciudad de México. Luego de su siesta de la tarde, sonó
su campanilla. Corrí a su habitación y ofrecí reverencias. El dijo, “Ve a
buscar a Nanda Kumara”. Por fortuna, lo encontré en la calle. Le dije que Śrīla
Prabhupāda quería verlo. Nanda me preguntó porqué y respondí, “No tengo idea.
Acaba de decirme que te llame”. Ambos corrimos de vuelta a las habitaciones de Śrīla
Prabhupāda y ofrecimos reverencias. Al alzar la vista, Śrīla Prabhupāda me
entregó las llaves de su caja fuerte en el dormitorio, y dijo, “Tráeme mi bolso
blanco”. Le dí el bolso y ambos nos sentamos delante suyo, ignorando lo que
sucedería.
Tomó dos billetes de cincuenta dólares de su bolso y me entregó uno, diciendo, “Toma, cómprale algo a tu hijo”. Toda vez que Śrīla Prabhupāda derramaba su amor por mí, dándome algo, yo me abrumaba de afecto por él. No podía rehusar una exhibición de amor semejante. Lleno de gozo tomé el billete y exclamé de corazón, “¡Muchas gracias, Śrīla Prabhupāda!”. Luego, se volvió hacia Nanda Kumara, quien había sido su sirviente personal antes que yo, e intentó darle el otro billete de cincuenta dólares. Nanda Kumara se rehusó diciendo, “No puedo aceptarlo, Śrīla Prabhupāda”. Inmediatamente, Śrīla Prabhupāda venció graciosamente su argumento, diciendo, “No es para ti. Es para tu hijo”. Nanda aceptó el billete de su maestro espiritual, de buena gana. Tras darnos los regalos para nuestros hijos, Śrīla Prabhupāda asintió amablemente y dijo, “OK, ahora pueden irse”. Ofrecimos reverencias y salimos de sus habitaciones, comentando cuán afortunados éramos por tener un maestro espiritual tan sorprendentemente generoso.
Tomó dos billetes de cincuenta dólares de su bolso y me entregó uno, diciendo, “Toma, cómprale algo a tu hijo”. Toda vez que Śrīla Prabhupāda derramaba su amor por mí, dándome algo, yo me abrumaba de afecto por él. No podía rehusar una exhibición de amor semejante. Lleno de gozo tomé el billete y exclamé de corazón, “¡Muchas gracias, Śrīla Prabhupāda!”. Luego, se volvió hacia Nanda Kumara, quien había sido su sirviente personal antes que yo, e intentó darle el otro billete de cincuenta dólares. Nanda Kumara se rehusó diciendo, “No puedo aceptarlo, Śrīla Prabhupāda”. Inmediatamente, Śrīla Prabhupāda venció graciosamente su argumento, diciendo, “No es para ti. Es para tu hijo”. Nanda aceptó el billete de su maestro espiritual, de buena gana. Tras darnos los regalos para nuestros hijos, Śrīla Prabhupāda asintió amablemente y dijo, “OK, ahora pueden irse”. Ofrecimos reverencias y salimos de sus habitaciones, comentando cuán afortunados éramos por tener un maestro espiritual tan sorprendentemente generoso.
Śrīla Prabhupāda,
muchas veces usted me dio ropas, cuidándome de todas las formas. Nunca pensé
que me debía algo por todo el servicio que había hecho, al fin y al cabo, usted
nos ha dado a todos el mayor de los regalos. Nos ha dado la oportunidad de
desarrollar nuestro amor por Dios, pero la atención personal que derramó sobre
nosotros, es otro de sus inapreciables dones. Usted estableció un ejemplo
asombroso. Aunque usted es nuestro maestro espiritual, y en tal sentido debe
ser tratado como el propio Señor, aún así usted nos sirve, supliendo nuestras
necesidades.
Cuándo
llegará el día en que pueda ver a mis hermanos y hermanas espirituales como
'prabhu' y ofrecerles respetos, en lugar de pelear con ellos sobre la forma más
apropiada de servirlo.
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