Unos meses después de tomar sannyāsa,
Tamāla Kṛṣṇa Goswami tuvo que volver a la administración. Ocurrían
demasiadas cosas y las demandas eran demasiado grandes para que Śrīla Prabhupāda
pudiera abandonar las pesadas tareas de dirección en la India. Pero en un
momento dado aquello se convirtió en una sobrecarga también para Tamāla Kṛṣṇa
Goswami.
Śrīla Prabhupāda había permitido a Girirāja que volviera a América a
causa de su ictericia, pero el sustituto de Girirāja, Mohanānanda, había
decidido también dejar la India
porque encontraba el puesto demasiado difícil para él. Como Tamāla Kṛṣṇa
Goswami era GBC para la India ,
tuvo que asumir toda la dirección del país y al mismo tiempo administrar el
templo de Bombay. Prabhupāda le había dicho también que un GBC debía además
recolectar fondos personalmente.
Lleno de ansiedad, Tamāla Kṛṣṇa Goswami fue a ver a Prabhupāda y empezó
a llorar: —Prabhupāda, es imposible. ¿Cómo puedo hacerlo? ¿Cómo puedo llevar
tantas cosas?
Prabhupāda se reclinó en su asiento y dijo:
—Eso es muy bueno. Debes rezar para que Kṛṣṇa te siga enredando en Su
servicio y así no tengas ni un momento libre para el ataque de māyā.
Entrevista con Tamāla Kṛṣṇa Goswami
Durante la ceremonia de colocación de la primera piedra en Māyāpura,
Girirāja fue a visitar a Śrīla Prabhupāda a su cabaña. Prabhupāda le contó que
durante la época del Imperio Británico había tres estados en la India : Madrás, Bombay y
Calcuta, y un gobernador a cargo de cada estado.
—¿Qué estado quieres? —preguntó Śrīla Prabhupāda. Girirāja había seguido
siempre los dictados de una autoridad por encima de él y nunca antes había
tomado una decisión importante de forma independiente. Como no tenía la menor
idea sobre cuál elegir, dijo:
—Prabhupāda, haré lo que usted desee que haga.
—No, no, quiero que tú decidas —dijo Prabhupāda
Girirāja meditó sobre su elección durante una semana aproximadamente,
pero aún así no sabía qué decidir. Entonces urdió un plan para hacer que
Prabhupāda decidiera por él.
—He pensado ir a Bombay —dijo Girirāja.
La idea de Girirāja era que,
mencionando Bombay, el rostro de Prabhupāda mostraría alguna expresión que le
indicaría a Girirāja lo que Śrīla Prabhupāda realmente quería que hiciera. Pero
su cara no se movió. Lo único que dijo fue:
—Está bien.
—Pero luego —dijo Girirāja— pensé también en volver a Madrás.
Como en el caso de Bombay, Girirāja dio algunas razones por las que
debía ir a Madrás. Esperó a ver si Prabhupāda se pronunciaba, pero de nuevo su
rostro no mostró expresión alguna.
—Sí —dijo Prabhupāda— está bien.
Entonces Girirāja se dio cuenta de que no iba a funcionar.
—Finalmente pensé en quedarme en Calcuta —dijo Girirāja—, porque...
Pero aquí también ocurrió lo mismo. Prabhupāda no hizo nada que pudiera
indicar lo que deseaba.
—Está bien —dijo Prabhupāda.
Llegado a este punto, Girirāja sintió vergüenza por haber querido
engañar a su maestro espiritual. Pero también estaba contento, porque pudo ver
que Prabhupāda era tan maravilloso y perfecto que no podía ser engañado por un
estúpido discípulo.
Entrevista con Girirāja Swami
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