«Fui a un darśana de Śrīla
Prabhupāda. Prabhupāda estaba sentado en una postura muy casual con una pierna
estirada hacia delante y la otra doblada, con la rodilla contra su pecho. La
mano descansaba a un lado, y aunque estaba reclinado hacia atrás, su cabeza
estaba erguida.
»Cuando Prabhupāda solicitó preguntas, yo sabía que tenía que hacerle
una. Pensé que tenía que preguntar algo que significaba mucho para mí, algo que
me estaba perturbando. Así que le pregunté: —¿Cómo puede hacer uno para
volverse humilde y para poder seguir siendo humilde?—. Debido a que yo era el
mayor distribuidor de libros del templo, tenía la tendencia a volverme
orgulloso. Quería saber qué hacer. Prabhupāda me miró y luego miró a Harikeśa
Mahārāja y dijo: —Cuéntale lo que dije
en Chicago—. Harikeśa Swami dijo que en Chicago había una devota de saṅkīrtana que había hecho la misma
pregunta y Prabhupāda había respondido que ella tenía que ser como un león en
la selva pero como un corderito en casa.
»Mientras yo absorbía esta respuesta, miré a Śrīla Prabhupāda y él me
miró a su vez. Entonces repentinamente una gran fuerza brotó de Prabhupāda y
dijo, casi gritando: —¡¡Sé agresivo por Kṛṣṇa!!— La habitación ya estaba
plenamente cargada con su presencia, pero cuando Prabhupāda afirmó esto, toda
la habitación se purificó, y todos quedamos impactados por tal instrucción de
Prabhupāda.
»Desde entonces medito en esa instrucción. Y veo que cuando no soy
agresivo por Kṛṣṇa, no tengo éxito. En cambio si soy agresivo por Kṛṣṇa alcanzo
el éxito. Hay dos consideraciones: 1) si soy agresivo, debo ser agresivo en mi
servicio a Kṛṣṇa; y 2) también debo ser agresivo en tratar de conseguir la
misericordia de Kṛṣṇa. Así pues de ambas maneras: agresivo para predicar y
agresivo para obtener la misericordia. Yo le había preguntado a Prabhupāda cómo
volverme humilde, pero él me respondió lo contrario. Sin embargo ahora he
descubierto que es mediante la agresividad como de hecho me vuelvo el más
humilde, porque para ser agresivo te tienes que rendir. En esas pocas palabras
Prabhupāda me había dado verdaderamente la esencia de la conciencia de Kṛṣṇa.»
Entrevista con Kṛṣṇa Gopāla dāsa
«Bhūmi-devī dāsī y yo estábamos distribuyendo libros en el aeropuerto
cuando Śrīla Prabhupāda estaba partiendo. Nos las habíamos arreglado para
meternos en la sala de espera de la salida sin que hubiera allí ningún devoto
excepto Prabhupāda, Jayādvaita y Śrutakīrti. Bhūmi y yo estábamos en éxtasis,
porque allí estaba Śrīla Prabhupāda sin saber que nosotras también estábamos
allí. Parábamos a la gente y les decíamos: —¿Ve a ese caballero? Él es el autor
de este libro. Él tradujo estos libros—. La gente comenzó a mirar los libros y
a mirar a Prabhupāda. Distribuimos muchos libros en la media hora que Prabhupāda
estuvo allí. Entonces Jayādvaita le dijo a Prabhupāda que allí habían dos
madres distribuyendo sus libros. Prabhupāda se giró y nos miró. Lucía una gran
sonrisa y asentía con la cabeza. Estaba muy complacido y naturalmente esto fue
una fuente de gran ánimo para nosotras. No queríamos ningún darśana personal; sólo queríamos que
Prabhupāda supiera que estábamos distribuyendo sus libros.
»Recuerdo que siempre miraba el tablero de saṅkīrtana del templo; allí se escribían consignas como: «Tenemos
que volver a Prabhupāda el hombre más famoso del mundo». Y yo pensaba, «sí, eso
es lo que tenemos que hacer». Eso me impresionaba mucho, y por eso es que yo
quería hacer tanto saṅkīrtana, porque
teníamos que volver a Prabhupāda el hombre más famoso del mundo.
»En otra ocasión, estábamos de nuevo distribuyendo libros en el
aeropuerto cuando Prabhupāda se estaba marchando. Esto fue en 1976, en Nueva
York, después del Ratha-yātrā, cuando Śrīla Prabhupāda se encontraba muy
enfermo. Estaba a punto de partir y yo estaba distribuyendo enfrente de las
Aerolíneas BOAC con ropa occidental. Sólo quería ver a Prabhupāda sin que fuera
mi intención hacer obvia mi presencia ni ponerme frente a él. Mas mientras le
estaba distribuyendo un libro a una persona, sucedió que Prabhupāda pasó justo
a mi lado. Yo estaba tan nerviosa que dije: —¡Oh Dios mío, no quise hacer eso!—
Cuando Prabhupāda pasó vio su libro y se detuvo un poco. Entonces Tamāl Kṛṣṇa
Goswami dijo: —Prabhupāda, ella es Sunīta. Distribuye sus libros—. Prabhupāda
exclamó: —¡Acchā!—, se dio vuelta y me miró. —Muy
bien —dijo y alzó las dos manos dando sus bendiciones. Así pues, esa fue otra
fuente de gran ánimo para nosotros. En realidad no queríamos nada de él, sólo
que supiera que estábamos distribuyendo sus libros.»
Entrevista con Sunīta-devī dāsī
LauraShow. Si tiene alguna duda, escríbame a caitanyadevadas@gmail.com
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