121. Śrīla Prabhupāda me da su manta y su suéter



Śrīla Prabhupāda Uvāca 121
Diciembre de 1974; Los Angeles, CA, EUA;
ISKCON Nueva Dvārakā

Una noche muy fría en Nueva Dvārakā, encendí la estufa a gas de dos quemadores en las habitaciones de servicio, para entibiar la habitación, y así poder dormir esa noche. Fue útil porque yo dormía en una estera de paja y usaba mi chaddar como manta. Trataba de mantener el mínimo de parafernalia porque así era más fácil viajar alrededor del mundo con Śrīla Prabhupāda y solo unas pocas pertenencias. A veces, usaba una maleta para Su Divina Gracia y otra más pequeña para mí, pero la mayoría de las veces me las arreglé para guardar las pertenencias de ambos en una sola maleta grande.

Śrīla Prabhupāda lo observó durante la noche, y a la mañana siguiente, temprano, me llamó a su habitación. Ofrecí reverencias y miré a mi misericordioso guru. Él dijo, “¿Porqué mantienes la estufa de noche?”. Le expliqué que el calor del fuego me ayudaba a dormirme, puesto que hacía tanto frío.

El dijo, “¿No tienes una manta?”. - “No, Śrīla Prabhupāda” -dije. Por lo general no necesito de una”. Él replicó, “Está bien, ve a mi armario y toma una manta y el suéter que quieras”. Corrí entusiasmado hacia el armario metálico en su dormitorio. Tras mirar las cuatro frazadas dobladas prolijamente en el estante, tomé la más gruesa y colorida que pude hallar. Luego, tomé uno de sus suéters azafrán. Regresé a la sala de estar de Śrīla Prabhupāda para mostrarle mis elecciones. El sonrió aprobando, y asintió con la cabeza, diciendo, “Está bien, ahora puedes irte”. Ofrecí reverencias y caminando en el aire, salí de la habitación considerándome el alma más afortunada del mundo.

Usé la manta cada noche, sintiéndome envuelto en el amor de Śrīla Prabhupāda. Me mantuvo espiritualmente cálido. Un día en que estaba hablando con uno de mis amigos, Brahmapura prabhu, el me preguntó si quería descansar en la sala del templo esa noche con algunos de los otros devotos. Estuve de acuerdo. Siempre solo, me sonaba a algo de aventura. Cuando fui a la sala del templo, llevé mi brillante y hermosa manta conmigo. Tenía una brillante terminación de un lado y otra terminación más suave aún del otro. Al entrar a la sala del templo, los ojos de Brahmapura se abrieron grandes mientras exclamaba, “¿Dónde conseguiste eso?”. Le dije, “Śrīla Prabhupāda me lo dio”. Al decirlo, me sentí culpable por ser el dueño de algo tan invaluable y dije, “¿La quieres?”. Él dijo ansiosamente, “Sí”. De modo que se la di.

Una semana después, mientras me hallaba descansando en las habitaciones de servicio, Śrīla Prabhupāda notó que no tenía la frazada. Preguntó, “¿Dónde está la frazada que te di?”. Sintiéndome avergonzado, respondí despacio, “Uno de los devotos la vio y cuando le dije que era suya se excitó tanto que tuve que dársela”. Él replicó calmadamente, “Está bien, consíguete otra frazada”. Un poco más emocionado añadió, “Y esta vez no la regales”. Nuevamente cumplí con su generosa instrucción y me proporcioné otra manta prasādam.

En unas cuantas ocasiones, cuando teníamos frío, Śrīla Prabhupāda me daba sweaters. Sin embargo, nunca me guardé ninguno. Inevitablemente un devoto descubría que eran los remanentes de Śrīla Prabhupāda y yo me sentía de alguna manera egoísta y lo regalaba. Mis hermanos espirituales apreciaban mucho el prasādam de Śrīla Prabhupāda. Mientras viajé con Śrīla Prabhupāda, me guardé muy poco para mí. No creía que fuera práctico tener demasiadas pertenencias. Yo era el impráctico, pero en esa época no lo realizaba.

Śrīla Prabhupāda, usted exhibe una completa fe en el Señor Supremo en todos sus actos. Muy a menudo nos decía que si nos ocupamos completamente en el servicio de Kṛṣṇa, todas nuestras necesidades serían provistas. Yo lo experimenté en incontables ocasiones, mientras realicé servicio personal para usted. No había necesidad de hacer un esfuerzo por separado. Su sencillez era ejemplar. “Lo que hacen los grandes hombres es imitado por los hombres comunes”. La vida es una lucha cuando olvido servir a sus pies de loto. Oro por su misericordia sin causa para poder servirlo eternamente sin pensar en mi comodidad personal.

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