111. Surabhi, el asiento del inodoro y el templo en construcción



Śrīla Prabhupāda Uvāca 111
Abril de 1975; Vṛndāvana, India;
ISKCON Kṛṣṇa Balarāma Mandir

Este período de dos semanas en el Kṛṣṇa Balarāma Mandira fue sumamente ajetreado, pues se hacían los preparativos finales para la inauguración del templo. Śrīla Prabhupāda caminaba a diario por el complejo del templo aconsejando a Surabhi Mahārāja, el arquitecto e ingeniero, sobre las correcciones pertinentes. Las instalaciones de Śrīla Prabhupāda estaban casi terminadas, aunque eran bastante habitables. Surabhi Mahārāja casi no dormía a medida que se aproximaba el glorioso día. Corría constantemente por allí, supervisando centenares de carpinteros y albañiles trabajando en las obras.

Un día, Śrīla Prabhupāda me mandó llamar. Entré a su habitación y ofrecí reverencias. Estaba desconcertado. Dijo, “Han usado un asiento de toilet de plástico en el baño, y ya se ha roto. Llama a Surabhi”. Caminé por la propiedad, y le conté a Surabhi lo que pasaba. Regresamos apurados hasta las habitaciones de Śrīla Prabhupāda. Entramos y ofrecimos reverencias. Śrīla Prabhupāda, mirando a Surabhi, exclamó, “El asiento del toilet ya está roto, necesito uno nuevo, de otro modo, cómo he de sentarme. Soy un hombre mayor, tengo que sentarme”. Surabhi replicó, “Sí, Śrīla Prabhupāda. Lo arreglaré”.

Pasaron dos días y no hubo cambio en el cuarto de baño de Śrīla Prabhupāda. Me llamó y dijo, “Dónde está mi asiento de toilet. Llama a Surabhi”. Nuevamente fui a buscar a Surabhi, al ofrecer reverencias al entrar a las habitaciones de Śrīla Prabhupāda, éste inquirió agudamente, “¿Dónde está mi asiento del toilet?”. Surabhi replicó, “Śrīla Prabhupāda, hoy lo están buscando en la ciudad. No pudieron encontrar ninguno en Vṛndāvana, así que van a ir a Mathura”. Śrīla Prabhupāda respondió, “¡No! No quiero uno de esos asientos de plástico, son baratos y se volverá a romper. Haz que uno de los carpinteros talle uno en madera. Lo quiero hoy”. Surabhi llamó a uno de los obreros y explicó, “Guru Mahārāja quiere un asiento de toilet tallado en madera. Hazle un asiento muy bonito”. El carpintero Vrijavasi estaba muy excitado por tener la oportunidad de realizar un servicio personal para el devoto puro de Kṛṣṇa.

Naturalmente, las cosas no sucedieron como se planeó. Surabhi estaba sumamente ocupado y no se tomó el tiempo de supervisar el tallado de este importante asiento. Los mistris eran muy expertos, pero sumamente lentos y todo se hacía manualmente, con las herramientas más simples. Esa tarde, Śrīla Prabhupāda me llamó y preguntó, “¿Dónde está mi asiento de toilet?”. Contesté, “Averiguaré, Śrīla Prabhupāda”. Salí de la habitación corriendo, no queriendo ser el depositario final del desconcierto de Śrīla Prabhupāda. En minutos estuvimos en la habitación de Su Divina Gracia, postrándonos. Surabhi dijo, “Lo siento, Śrīla Prabhupāda, no puedo con toda la gente. Le dije que lo tuviera listo. Pensé que ya lo tendría instalado”. Śrīla Prabhupāda dijo, “Quiero ese asiento ahora. Tiene que estar aquí. Debe estar terminado”. Ambos ofrecimos reverencias y salimos de la habitación de prisa. Abrumado por la tensión, mi ego falso herido profería excusas silenciosas por no haber estado a la altura de las expectativas trascendentales de Su Divina Gracia.

Corrimos hacia el mistri, y Surabhi gritó, “Termina ese asiento o te quemo. Debes terminarlo de inmediato”. Yo estaba sorprendido de ver la simple herramienta de tallado que el hombre estaba usando para este asiento, a partir de un trozo de madera. Sin inmutarse, el hombre preguntó tranquilo a Surabhi, “¿Guru Mahārāja quiere diseños tallados en el asiento?”, a Surabhi se le dieron vuelta los ojos mientras decía, “Tan solo termina el asiento. ¡Ahora!”. Finalmente el mistri llevó el asiento a las instalaciones de Śrīla Prabhupāda y ofreció reverencias. Entró al cuarto de baño e instaló apropiadamente el asiento de madera de teca tallado. El mistri estaba sumamente emocionado por poder entrar a las habitaciones santificadas de Śrīla Prabhupāda.

El mistri comprendió que era afortunado al estar haciendo un servicio personal para el Guru. Śrīla Prabhupāda nos recordó que no importaba cuán grandísimo e importante servicio pudiera parecer que hacíamos, nuestra función real es servir a nuestro Guru Mahārāja. Quizás estemos apoderados para hacer algún proyecto importante, pero nuestra posición es de sirvientes. Permaneciendo humildes, se nos garantiza la continuación del servicio devocional eterno a nuestro amado maestro espiritual.

Luego que todos se retiraran, Śrīla Prabhupāda dijo, “Restriega un poco de aceite de semilla de mostaza en el asiento, hasta que deje de absorber”. Cumplí feliz con sus instrucciones, aliviado de que el incidente hubiera terminado. Tras lubricar el asiento, le informé a Śrīla Prabhupāda que su baño estaba listo para ser usado. Más tarde, Śrīla Prabhupāda fue al cuarto de baño y salió, asintiendo, “Está todo bien”.

Śrīla Prabhupāda aplicó un nivel estricto de Conciencia de Kṛṣṇa en el Vraja Dhama. El esperaba que sus discípulos residentes estuvieran a la altura, y vivieran vidas ejemplares. Ello era aparente en cada aspecto de la vida en el Kṛṣṇa Balarāma Mandira. Siendo inferiores, luchábamos por aprehender la importancia de su visión superior. Por consiguiente, Su Divina Gracia nunca recomendó la residencia ordinaria o mundana en Vṛndāvana. Si el devoto no podía vivir a la altura de los niveles más altos de Conciencia de Kṛṣṇa, entonces no debía vivir en el Vraja Dhama. Śrīla Prabhupāda supervisaba vigilante nuestra práctica devocional, pues la vida era como el filo de una navaja aquí, en el más santo de los Dhamas.

Siempre respeté a Surabhi. A diario Śrīla Prabhupāda lo mandaba llamar a su habitación y lo retaba en relación a diferentes aspectos de la construcción. La presión sobre Surabhi era inmensa, a medida que se acercaba la apertura del templo. Śrīla Prabhupāda quería todo ejecutado a la perfección y el servicio de Surabhi era velar por que los deseos de Su Divina Gracia fueran cumplidos. Un día, mientras caminaba, Śrīla Prabhupāda miró las habitaciones de la Deidad, diciendo, “¿Porqué no están aún las puertas?”. Surabhi replicó, “Estoy tratando, Śrīla Prabhupāda, pero hay mucho para hacer. Es difícil”. Śrīla Prabhupāda respondió, “No importa, tienes que hacerlo. Todos estos hombres te están engañando. No les permitas que te engañen. Tienes que estar a la altura de las cosas, y asegurarte que todo se haga”.

Esto continuó por una semana, y Śrīla Prabhupāda volvió a preguntar a Surabhi, “¿Porqué no están listas todavía las puertas de la Deidad? ¿Porqué no están puestas las puertas del frente?”. Surabhi respondió lo mismo, que estaba trabajando en eso. Finalmente, por misericordia de Kṛṣṇa, todo se armonizó los últimos días antes de la apertura del templo. En un paseo matinal con Śrīla Prabhupāda por el complejo del templo, los devotos admiraron el magnífico aspecto que tenía. Uno de los discípulos de Śrīla Prabhupāda dijo, “Surabhi ha hecho un buen trabajo, Śrīla Prabhupāda. Ha trabajado muy duro. Su trabajo es excelente”. Śrīla Prabhupāda rió y dijo, “Sí, todos lo dicen, 'Surabhi ha hecho un trabajo muy bueno', menos yo. Yo simplemente critico, diciendo, ¿por qué estás haciendo un trabajo tan inferior? ¿Por qué trabajas tan mal? Todos lo elogian, menos yo. Mi tarea es instruirlo. Por eso lo critico todo el tiempo, ese es mi deber. Soy su maestro espiritual, y en consecuencia, debo guiar”. No estoy seguro, pero creo que notó que Surabhi Mahārāja respiró aliviado por primera vez en dos semanas.

Śrīla Prabhupāda, me pongo de pie, en señal de respeto, cuando veo el servicio que mis hermanos y hermanas espirituales han hecho para usted en los últimos treinta años. Mi servicio ha sido insignificante. Ni siquiera fui capaz de aceptar su reprensión sin lamentarme. Usted fue siempre gentil conmigo, realizando cuan frágil es mi fe. Oro por desarrollar una fe inquebrantable en su orden, para poder servir con propiedad a sus pies de loto, al margen de cómo reciproque usted conmigo. Por favor, concédame su misericordia sin causa. Permítame estar presente en sus pasatiempos y nunca volver a alejarme de sus pies de loto otra vez.

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