Bhagavad-gītā 6.28
La idea de disciplina a menudo evoca en nosotros un suspiro inaudible, si no un gemido audible: parece ser una privación, una forma de autotortura.
Sin embargo, el propósito de la disciplina no es torturarnos a nosotros mismos, sino trascendernos. Es decir, trascender nuestro yo inferior, nuestra mente impulsiva que se deja seducir por las promesas de placeres rápidos.
Esta mente nos impulsa hacia elecciones que conducen a la subutilización de nuestro potencial. Cuando estamos en conciencia material, nuestra mente desvía esa naturaleza de búsqueda de placeres hacia los placeres mundanos. Y cuando esos placeres son restringidos, la mente nos hace sentir que es una tortura para nosotros mismos.
Sin embargo, incluso el mejor placer material es insustancial, de hecho insignificante, en comparación con la satisfacción constante disponible en el nivel espiritual al amar y servir a Kṛṣṇa.
Tratar de controlar la mente simplemente negando sus impulsos no es placentero ni sostenible. Esto se debe a que somos seres que buscan placer, ya que como almas, ānanda (bienaventuranza) es parte de nuestra naturaleza intrínseca.
Pero mientras la mente nos desvíe hacia los placeres mundanos, permaneceremos atrapados en esos placeres en la sombra, fugaces e insatisfactorios. Estos placeres se convierten en los limitantes que debemos trascender si queremos recuperar nuestro derecho a la felicidad espiritual.
La disciplina, específicamente la disciplina del servicio devocional regulado, tiene como objetivo ayudarnos a trascender la mente y su enamoramiento por los placeres materiales y su consiguiente encarcelamiento de nuestra actividad mental en el reino material, como indica el Bhagavad-gītā ( 6.28 ). Cuanto más fijamos la mente en Kṛṣṇa mediante la práctica constante, más accedemos a la felicidad espiritual. De ese modo nos damos cuenta de que nos hemos trascendido a nosotros mismos (nuestras concepciones pasadas de disfrute) y hemos alcanzado una realización mucho mayor, más rica y más dulce: el gozo del amor puro y eterno por Kṛṣṇa.
De ese modo, el yogī autocontrolado, dedicado constantemente a la práctica del yoga, se libra de toda contaminación material y alcanza la máxima etapa de la felicidad perfecta, en el servicio amoroso y trascendental que le presta al Señor. – Bhagavad-gītā 6.28